Un abismo que no solo refleja la diferencia en la tabla de posiciones, sino una profunda disparidad en la gestión y la planificación a largo plazo.
Liverpool y Manchester United, nombres que evocan épocas gloriosas, se enfrentan este fin de semana en Anfield. Pero el encuentro dista mucho de ser el clásico vibrante de antaño. Mientras los Reds, comandados por Arne Slot, sueñan con un póquer de trofeos –Liga Premier, Champions League, FA Cup y Copa de la Liga–, el United lucha por la simple supervivencia en la máxima categoría.
La diferencia se resume en una frase: “planificación versus improvisación”. Mientras Liverpool ha consolidado una estrategia exitosa a largo plazo, el United ha tropezado de un entrenador a otro, de un director deportivo a otro, en una espiral de inestabilidad que ha dejado su huella en los resultados deportivos.
Desde el retiro de Sir Alex Ferguson en 2013, Manchester United ha sido un torbellino de cambios. Ruben Amorim, el actual entrenador, es el sexto en poco más de una década. David Moyes, Louis van Gaal, José Mourinho, Ole Gunnar Solskjær y Erik ten Hag se sucedieron sin lograr una estabilidad que permitiera construir un proyecto ganador. Las palabras de Amorim esta semana son elocuentes: “Es una posibilidad [el descenso]. Tenemos que ser claros con nuestros aficionados.”
El contraste con Liverpool es abrumador. La sucesión de Jürgen Klopp por Arne Slot se percibe como un ejemplo de planificación estratégica. Slot ha encajado a la perfección, llevando al equipo a liderar la Premier League con 14 victorias en 18 partidos. Una hazaña que se debe, en gran parte, a la visión a largo plazo del club y a aciertos en el mercado de fichajes.
Las transferencias también marcan la diferencia. Mientras United ha acumulado costosos errores con jugadores como Ángel Di María, Alexis Sánchez o Paul Pogba, Liverpool ha demostrado una precisión quirúrgica, incorporando figuras clave como Virgil van Dijk o Alisson Becker. La diferencia en la gestión deportiva se traduce en un abismo entre ambos equipos.
La propiedad también influye. Mientras el Fenway Sports Group (FSG), propietario de Liverpool, ha apostado por la estabilidad y la planificación, la familia Glazer, dueña del United, ha enfrentado protestas constantes de los aficionados por su gestión. La llegada de Jim Ratcliffe como inversor ha generado expectativas, pero hasta ahora los resultados han sido decepcionantes.
El futuro inmediato de ambos clubes es muy diferente. Liverpool, a pesar de su brillante presente, enfrenta la renovación de contratos de jugadores clave como Mohamed Salah y Virgil van Dijk, mientras que el United debe priorizar la lucha por la permanencia. La brecha entre estos dos gigantes del fútbol inglés parece, por ahora, insalvable.