Petra Kvitova se despide del tenis con lágrimas y legado de resiliencia

"Intentaré ser valiente", dijo entre risas, aunque el nudo en la garganta era evidente. Minutos antes, la tenista checa había dejado todo en la cancha —incluso las lágrimas— durante su último partido como profesional, una derrota rápida pero emotiva ante Diane Perry.
Lo que siguió fue un torrente de confesiones. Kvitova, de 35 años, admitió que desde que despertó esa mañana supo que sería un día distinto. "No podía comer. No podía moverme bien. Era un nerviosismo diferente", reveló. La zurda, que superó un ataque con cuchillo en 2016 y regresó a las canchas contra pronóstico, esta vez no pudo contener la emoción al enviar un revés largo en el punto final. El abrazo con su esposo y entrenador, Jiri Vanek, selló un capítulo que incluyó:
Entre anécdotas, recordó su primer Grand Slam en 2011 contra Sharapova ("No sentí miedo, solo ganas") y la final de 2014 donde barrió a Bouchard. Pero fue el recuerdo del Regreso en Roland Garros 2017, menos de seis meses después del ataque, el que dibujó otra sonrisa. "Gané mi primer partido de vuelta. Ahí supe que nada me detendría". Ahora, con Petr en casa y una raqueta que cuelga para siempre, Kvitova deja un legado donde la resiliencia brilló más que los trofeos.