Rory McIlroy: de menospreciar la Ryder Cup a ser su alma emocional

Lo que vivió en una sala del Celtic Manor de Gales lo cambió todo. "Vi lágrimas en los ojos de veteranos mientras escuchábamos a Seve Ballesteros al teléfono, ya enfermo", confesó el golfista norirlandés este miércoles en Bethpage Black, donde la lluvia no impidió que la nostalgia se colara entre los swings de práctica.
Lo que sigue es la historia de una transformación: el mismo McIlroy que alguna vez menospreció el evento llamándolo "solo una exhibición", hoy es el único europeo activo con Grand Slam completo y la voz más respetada en el equipo. "No solo aporta habilidad, sino peso emocional", reconoce Viktor Hovland, uno de sus compañeros. La conexión es tal que los rookies encuentran seguridad con su sola presencia.
Su récord en Ryder (16-13-4) no es el más brillante, pero Europa ha ganado 5 de las 7 ediciones donde él ha participado. Más que números, aporta algo intangible: la capacidad de encender pasiones. Aunque evita darse ínfulas de mentor, sus gestos hablan más que los discursos. Como cuando en Roma abrazó a Tommy Fleetwood tras un putt decisivo, sellando una victoria que comenzó con aquella llamada de Seve trece años atrás.
Ahora persigue un trofeo distinto al de Augusta. Uno que no se levanta en soledad, sino entre doce hombres unidos por más que banderas. La chaqueta verde lo consagró como individuo; la copa dorada de 17 pulgadas podría reafirmar su legado como alma de equipo. Nueva York, con su energía cruda, será el juez.