México, DF
El Mayordomo de la Casa Blanca es un viaje en toda la extensión de la palabra, pues Cecil Gaines (llevado a la pantalla grande gracias a la conmovedora interpretación de Forest Whitaker), nos toma de la mano para adentrarnos en la lucha de la comunidad negra por la igualdad y la pertenencia, pelea que fue evolucionando poco a poco desde tiempos de la Segunda Guerra Mundial hasta que Barack Obama llego a la silla presidencial estadounidense en el 2009.
Lee Daniels, director que lanzó a Gabourey Sidibe con el aclamado filme Precious, es el encargado de comandar este viaje de supervicencia y superación, en donde Gaines ejerce como mayordomo de la Casa Blanca por 34 años, y que no sólo fue un paisvo testigo de cómo la mentalidad en torno a los derechos civiles cambiaba, sino que lo vivió a través de sus dos hijos, quienes de cierta forma representan las dos caras de la moneda de esa época: La parte rebelde y la parte conservadora.
Del lado del progreso y la igualdad está el hijo mayor de Cecil, Louis (David Oyelowo), un estudiante universitario en contra del sistema y que dedica gran parte de su vida a rebelarse contra éste, teniendo que enfrentar las atrocidades del Ku Klux Klan, el encarcelamiento injusto y la intolerancia de los grupos más tradicionalistas, e irónicamente, más violentos. Por otra parte, Charlie (Elijah Kelley), convencido en la nobleza de su padre y su nación, decide regalar su vida al cuidado y preservación del status quo.
Asimismo, el papel de Oprah Winfrey destaca al impregnar de drama al filme y ser quien resalta el aspecto más humano del incanzable servidor; sin embargo, a veces la dirección de Daniels orilló a su elenco a recurrir por un sentimentalismo forzado, situación reforzada por algunas escenas que resultan exageradas si se toma en cuenta que este filme está basado en la historia real de Eugene Allen y su guión inspirado en un artículo del Washington Post, en donde se recalca el amor que este mayordomo le tenía a su trabajo y el respeto y admiración que los jefes de Estado le dedicaban.
No obstante, gracias a una fotografía colorida y una música que empata a la perfección con el tinte de la cinta, se presenta al espectador una historia romántica, sencilla e imparcial, a pesar de que su premisa explore uno de los estigmas más profundos de la historia y el corazón de Estados Unidos.