Su dieta, una montaña de alimentos que le permitía alcanzar su objetivo, era tan impactante como su físico.
"Quería estar tan fuerte como mis ídolos de Hollywood", confesó Golem a la revista Men’s Health, describiendo cómo su camino hacia el "monstruo" que buscaba ser comenzó en un gimnasio de su pueblo natal. "En mi pequeño pueblo, se abrió un gimnasio y empecé a ir para convertirme en Hulk", añadió.
Su dieta, un festín de proteínas y carbohidratos, era un reflejo de su ambición. Comenzaba su día con 300 gramos de avena en copos y lo culminaba con 14 tortitas de avena con sirope de arce. En medio, un sinfín de alimentos como sushi (1600 gramos de arroz y 800 gramos de salmón), 2600 gramos de ternera, pasta fresca, arroz, aceitunas, omega 3, queso y requesón. Un menú que, en su momento, le permitió alcanzar los 158 kilos de peso en sus 1,85 metros de altura.
¿Pero qué sucedió con este titán? La causa de su muerte sigue siendo un misterio, aunque algunos apuntan a los efectos del synthol o los múltiples anabolizantes que usó durante su carrera. A pesar de la tragedia, su historia sigue siendo un recordatorio de las consecuencias de la búsqueda de la perfección física a cualquier precio. Golem, un hombre que buscaba ser un monstruo, finalmente se convirtió en una leyenda, pero una que nos recuerda que la obsesión puede tener un costo muy alto.