Su casa en la Ciudad de México se ha convertido en un espacio de amor y nostalgia, con un altar cuidadosamente decorado en honor a su querido hijo. Entre flores de cempasúchil, veladores y el tradicional pan de muerto, se encuentran algunos de los objetos que marcaron la vida de Julián: uno de sus sacos, sus botas, su sombrero y la guitarra con la que componía sus canciones.
Maribel, con la fortaleza que la caracteriza, ha dejado ver su dolor en un emotivo mensaje: _“Mi niño amado, te hice este altar porque a ti te encantaba esta tradición. Yo no creo que vengas a verme solo el Día de Muertos, porque la realidad es que vives en la mitad del corazón que me dejaste, siempre te siento muy cerca de mí”_.
Su altar no solo refleja el cariño de una madre por su hijo, sino la profunda conexión que tenía con las raíces mexicanas y las tradiciones que se viven en esta fecha tan especial.