Vincent que llegó a Londres en la década de 1960, encontró en el boxeo un escape a las adversidades.
Su talento natural lo llevó a ganar una medalla de oro en los Juegos de la Commonwealth, un logro que resuena aún más al considerar las dificultades que enfrentó para alcanzarlo. Sin embargo, su camino hacia la gloria se vio interrumpido por una tragedia que lo llevó a un espiral de problemas de salud mental.
La obra "Going for Gold" narra su ascenso y caída, pero se queda corta en la profundidad emocional. Aunque presentamos a su novia Gene y su hijo Michael, se limitan a ofrecer narrativas superficiales. No logramos conectar con el mundo interior de Lucas, un personaje que, a pesar de su talento en el ring, no logra transmitirnos su lucha personal.
La puesta en escena, con un escenario que evoca el ring de boxeo dentro de un hogar, nos muestra a Lucas en acción. Su agilidad y movimientos se funden con una banda sonora que refleja el paso del tiempo. Pero su energía decae, su interpretación se apaga y la historia se vuelve repetitiva.
La obra no explota el potencial dramático de la historia. Aunque Lucas, a pesar de ganar el título nacional de peso medio a los 18 años, no fue seleccionado para el equipo olímpico británico ni para los Juegos de la Commonwealth, su decisión de representar a St. Vincent en lugar de Gran Bretaña, y la victoria que lo catapultó a la gloria, se narra con una frialdad que desaprovecha su impacto.
Lucas, quien falleció el año pasado, compartió sus últimos días en el mismo asilo de ancianos que el padre del autor de la crítica. En esos encuentros fugaces, se vislumbraba una historia sin contar, una historia que esta producción no logró capturar en su totalidad.