Pero, ¿qué hay detrás de esta moda retro que parece estar redefiniendo el estilo y la música?
Hablamos de un movimiento cultural que, según algunos, se extiende desde principios de la década de 2000 hasta la primera mitad de la década siguiente. Nombres como The Strokes, Crystal Castles y la omnipresente Kate Moss en Glastonbury son los iconos de esta estética. Pero un análisis más profundo nos revela una realidad más compleja.
Jamie Peck, quien vivió en carne propia esta época, cuestiona la glorificación del indie sleaze por parte de la Generación Z. Según Peck, “en el frente artístico, el indie sleaze carecía de originalidad. Gran parte de la música ‘indie’ de principios de la década del 2000 (y pongo ‘indie’ entre comillas porque la mayoría de estas bandas rápidamente fueron fichados por grandes sellos discográficos) no era más que una repetición de movimientos pasados.”
El autor señala que bandas como LCD Soundsystem, simplemente fusionaban sonidos ya explorados en la década de los 80, mientras que The Strokes, la banda más grande de la era, emulaba el sonido del Nueva York de los 70, sin aportar nada realmente nuevo. “Una buena reedición está bien de vez en cuando, ¿pero debería inspirar nostalgia por sí misma?”, se pregunta Peck.
Más allá de la música, la perspectiva de Peck se extiende al plano político y social. Describe la época como marcada por un “hedonismo nihilista, en el mejor de los casos ingenuo, en el peor, abiertamente reaccionario.” Cita el contexto post-11 de septiembre, donde una apatía generalizada se apoderó de la cultura, incluso entre los jóvenes progresistas.
La falta de compromiso político y la normalización de la misoginia, especialmente evidente en la cultura mediática de la época, son otros puntos clave en su crítica. Se mencionan las acusaciones de acoso sexual contra figuras como Terry Richardson y Dov Charney, ilustrando un panorama problemático. Peck menciona su experiencia firmando un "acuerdo de lugar de trabajo no tradicional" con Vice, un claro ejemplo de cómo se normalizaba una cultura poco ética.
Finalmente, aunque reconoce apreciar cierta música de esa época, Peck concluye que la cultura juvenil actual es significativamente más creativa, socialmente consciente y comprometida con el cambio positivo que lo que se vio en los años del “indie sleaze”. Una perspectiva que invita a replantear la romantización de un pasado no tan idílico como se presenta.