Y hablando de parejas icónicas…
Nicole Kidman y Keith Urban, dos nombres que resuenan con fuerza en la industria, llevan casi dos décadas juntos. Su matrimonio, aparentemente perfecto, esconde un secreto que pocos conocen, una clave para su éxito conyugal que, según la propia Kidman, reside en un lugar inesperado: el baño.
Fue en una entrevista para la revista W donde la actriz de 57 años reveló la peculiaridad de su vida con el cantante, también de 57. “Canto en la ducha,” confesó Kidman. “También escucho a Keith cantar en la ducha, y ahí es donde escucho sus nuevas canciones formándose. Tenemos una ducha doble. La ducha de dos cabezales: la clave para un matrimonio exitoso. ¡Inodoros separados y una ducha de dos cabezales!”
Más allá de las duchas compartidas, la vida familiar de la pareja es un ejemplo de equilibrio y unión. Casados en junio de 2006 en la playa de Manly, Sydney, tuvieron dos hijas: Sunday Rose (16) y Faith Margaret (13). Kidman ha hablado en varias ocasiones de lo importante que es para ella la familia, priorizando el tiempo en casa por encima de otras actividades. En una entrevista con InStyle en 2019, incluso citó un consejo crucial de su sacerdote: “Siempre dense un beso de saludo y un beso de despedida. Eso los mantiene conectados.”
Su vínculo con sus hijas va más allá de lo sentimental. Kidman conserva todos sus vestidos de alfombra roja para que sus hijas los hereden. “Ellas revisan mi armario todo el tiempo. Les digo: ‘Okay, lo mío es suyo’,” explicó. “Pero yo no reviso el suyo, aunque pienso ‘Oh, eso es lindo’. Pero no me permiten tomar nada. Es un intercambio unidireccional.”
Recientemente, la hija mayor, Sunday Rose, debutó en la pasarela de Miu Miu en la Semana de la Moda de París. Un momento significativo que Kidman ha apoyado incondicionalmente, demostrando la estrecha relación que mantiene con sus hijas, entre la alegría de un logro y la cautela de proteger su infancia.
La familia Kidman-Urban nos muestra una faceta inusualmente honesta, dejando entrever que la clave de una larga relación no siempre radica en grandes gestos, sino en pequeños detalles, en la cotidianidad compartida, incluso en la intimidad de una ducha doble.