Jesse Eisenberg, el actor conocido por su papel en La Red Social, ha dado mucho de qué hablar recientemente. No por una nueva superproducción, sino por su nuevo filme, A Real Pain, una película que él mismo escribió, dirigió y protagonizó junto a Kieran Culkin.
La cinta, ambientada en Polonia, explora el turismo del Holocausto, un tema controvertido que Eisenberg aborda con una mezcla de humor negro e introspección. "Sé que la gente me odia. Es algo que uno da por sentado", confesó Eisenberg en una entrevista con The Sunday Times, revelando una perspectiva inusual sobre la reacción que ha generado su trabajo.
Antes del estreno, A Real Pain ya enfrentaba críticas, incluso antes de su lanzamiento oficial. Un 11.8% de los usuarios de IMDb le otorgaron una estrella, sin haberla visto; en Reddit, un usuario argumentó que no la vería porque "bueno, era un poco judía". Estos comentarios, lejos de desanimarlo, parecen haber alimentado la visión de Eisenberg.
El antisemitismo, explica Eisenberg, ha sido una constante en su vida desde la infancia. Recuerda haber visto, a los seis años, imágenes del Ku Klux Klan y comentarios antisemitas en televisión. "Estos ataques vienen en oleadas para los judíos", afirma, relacionando las críticas a su película con un problema sistémico más amplio.
La conexión personal de Eisenberg con el Holocausto es profunda. Sus raíces familiares se encuentran en Krasnystaw, Polonia. Su abuelo emigró a Estados Unidos antes de la Segunda Guerra Mundial, mientras que la mayoría de su familia pereció en el genocidio nazi. Esta historia familiar, marcada por un silencio generacional sobre el trauma, es la base de la película. "Mi abuelo nunca habló del Holocausto con mi padre...tenía la culpa del sobreviviente," compartió.
A Real Pain culmina con escenas filmadas en Krasnystaw y en el campo de concentración de Majdanek. Sin embargo, la película usa el humor para enfrentar la ironía del turismo histórico, particularmente en lugares de tanto dolor. Eisenberg critica la oferta de "tours por Auschwitz (con almuerzo incluido)", una trivialización que, según él, prioriza la comodidad sobre el impacto emocional y histórico.
Eisenberg reflexiona sobre la transformación de la memoria histórica: "Cuando yo era niño, la gente hablaba de los números que llevaban en los brazos. Pero ahora eso está relegado a los museos, a los libros…" Su análisis de la experiencia turística en sitios históricos como Auschwitz resulta provocador, dejando una sensación de complejidad y cuestionamiento sobre la manera en la que nos acercamos a un pasado tan doloroso.
La película no es solo una obra cinematográfica; es un reflejo de la complejidad de la memoria, la identidad y el impacto del pasado en la sociedad actual. Una perspectiva única sobre el peso de la historia y la búsqueda de significado en un mundo constantemente en transformación.