Diseñadores de renombre, estilistas y equipos completos trabajan en colaboración para crear estas obras de arte efímeras. La Met Gala o los Óscar son solo ejemplos de la complejidad y el trabajo detrás de cada atuendo. Pero la transformación en la apreciación de estos vestuarios comenzó hace tiempo. Según Lucy Bishop, especialista en bolsos y moda de Sotheby's, un punto de inflexión clave sucedió en los Premios Oscar de 1997. "El vestido chartreuse que Nicole Kidman lució, diseñado por John Galliano para Dior, marcó un antes y un después", afirma Bishop.
Antes de los años 90, era común que las celebridades se quedaran con los vestidos. Muchas veces los regalaban o vendían. Sin embargo, el surgimiento de las colaboraciones entre diseñadores y celebridades cambió la dinámica. Ahora, las casas de moda suelen retener la propiedad, asegurando la preservación de sus piezas emblemáticas como parte de su legado.
Sarah Scaturro, conservadora jefe del Museo de Arte de Cleveland, explicó a CNN el crucial proceso de conservación. "Lo primero es la limpieza inmediata. Lociones, aceites, maquillaje... pueden dañar el tejido irreversiblemente", comenta Scaturro. Este proceso puede incluir limpieza en seco, húmedo, aspirado y cepillado, dependiendo del delicado tejido.
Una vez limpio, el vestido es estudiado para determinar las condiciones óptimas de almacenamiento. Se evalúan factores como la luz, la temperatura y la humedad, para asegurar su longevidad. Pero el destino final no se limita a los archivos de las marcas.
Según Noir Magazine, muchos vestidos terminan en museos de alta costura o cultura pop. El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, por ejemplo, exhibe estas piezas como obras maestras. La Galerie Dior en París y el Museo de Yves Saint Laurent en Marrakech también muestran diseños históricos.
Las subastas también juegan un papel importante. El vestido que Marilyn Monroe usó para cantar "Happy Birthday, Mr. President" se vendió por 4.8 millones de dólares, una prueba del valor que adquieren estas piezas. Algunas casas de moda o estilistas realizan ventas exclusivas a coleccionistas privados. Incluso, hay casos más insólitos, como el vestido de Lady Gaga en los Globos de Oro de 2019, que terminó en objetos perdidos de un hotel en Beverly Hills.