Chaparro, con semblante serio, comentó: “Está terrible lo que está sucediendo allá. Hay gente que perdió la casa, la escuela de sus hijos, la iglesia… ¡Es terrible! Yo estoy bien, gracias a Dios, pero rezando para que paren los incendios”. Explicó que, aunque su familia se encuentra a salvo en México, muchos amigos en California están sufriendo las consecuencias, algunos perdiendo sus hogares, otros pudiendo refugiarse in extremis.
La conversación giró entonces hacia la experiencia personal de Adal Ramones. A diferencia de la tranquilidad expresada por su colega, Ramones reveló una situación más precaria. Habló de su propiedad en Hollywood Boulevard, justo al borde del desastre.
“Afortunadamente, mi hija está de vacaciones de la escuela y está aquí conmigo”, dijo Ramones, añadiendo: “Les voy a enseñar una fotografía… el departamento está aquí, en Hollywood Boulevard, y el incendio estaba atrás. Afortunadamente, paró en esa área. Pero lamento mucho por toda la gente que perdió sus ahorros, todo, su vida entera”. La imagen, aunque no mostrada, pintaba un cuadro vívido de la cercanía del peligro.
Mientras los comediantes compartían sus experiencias, la magnitud del problema se hacía evidente. Más allá de las anécdotas personales, se destacaba la devastación: al menos 16 muertos y miles de hectáreas arrasadas en California. Las autoridades, con apoyo internacional, trabajan incansablemente para controlar las llamas, dejando en evidencia el alcance de la crisis humanitaria y ambiental.
La imagen de Ramones, con su propiedad al borde del fuego, y la preocupación compartida por ambos comediantes, pone en perspectiva la realidad de la situación en Los Ángeles, más allá de los titulares de noticias. Se revela el impacto humano, la solidaridad y la incertidumbre que envuelve a una comunidad afectada por la implacable fuerza de la naturaleza.