Ramón Ayala, por siempre será el Rey del Acordeón

Bajo un cielo estrellado y el calor característico del desierto de Arizona, el pasado 5 de julio el Anselmo Valencia Amphitheater (AVA) del Casino del Sol, en Tucson, se convirtió en santuario de recuerdos, donde miles de corazones latieron al ritmo de un solo acordeón, el único, el del Rey: Ramón Ayala y Los Bravos del Norte; quien ofreció un gran concierto como parte de su gira de despedida “Historia de un Final”, tour que marca el cierre de una carrera de más de 60 años en la música norteña.
Ante un recinto abarrotado, Ayala interpretó clásicos como Baraja de oro, Las casas de madera, Un puño de tierra y Chaparra de mi amor, desatando ovaciones entre todos los presentes que fueron la envidia de muchos quienes quedaron fuera al no alcanzar entrada.
Desde los primeros acordes de la semblanza con la que abrió el concierto, los asistentes sabían que no estaban ante un concierto común, sino frente a un pedazo vivo de historia musical. El escenario se transformó en altar para celebrar más de seis décadas de música, carrera y sentimientos.
Entonces apareció el Rey del Acordeón, quien con sus casi 80 años de vida demostró que, a pesar de los años, sus manos no han perdido la agilidad, arrancando las notas a un acordeón de la prestigiosa línea Cantabella, color marfil y personalizado, donde se leía con letras brillantes: El Rey del Acordeón Ramón Ayala.
La fuerte voz del vocalista actual de Los Bravos del Norte, Ángel Ramírez, se escuchaba coreado por los más de 5 mil asistentes, siguiendo con la historia de grandes voces que han pasado por la agrupación, como la de Eliseo Robles o la del primer compañero de Ramón Ayala en el dueto Los Relámpagos del Norte. Dueto formado a finales de la década de los 50s con otra leyenda, Cornelio Reyna.
Para ese momento apareció en el escenario el Mariachi Los Reyes, junto a quien don Ramón Ayala recordó con el público grandes temas que fueron éxitos como El Tenampa, Me caí de la nube y Mi tesoro.
Otro de los momentos de la noche llegó cuando Cristopher Ayala, nieto del legendario Ramón, subió al escenario, “aprovechando que no está yendo a la escuela” dijo el orgulloso abuelo. Apenas cruzó el primer verso de Mi golondrina, el público rompió en aplausos. El nieto demostró que lo que se hereda no se roba y el acordeón de Cris tomó por unas canciones la estafeta del concierto.
Ramón Ayala comenzó en 1963 con Los Relámpagos del Norte junto a Cornelio Reyna, y desde entonces tejió un legado imparable: más de 100 discos, 300 composiciones, y una vida entregada a contar historias con su voz y su acordeón. Con Los Bravos del Norte, acompañantes inseparables desde 1971, compartió escenario con grandes primeras voces como Antonio Sauceda, Eliseo Robles y el propio Cornelio.
El concierto en el AVA Amphitheater de Casino del Sol no solo fue una celebración de la música norteña, sino también un homenaje a la herencia cultural mexicana. Generaciones se reunieron y jóvenes escucharon a sus abuelos y padres cantar las notas de canciones, boleros, cumbias y corridos. En dos ocasiones se despidió del público asistente, que no dejó de cantar ni uno solo de los éxitos, pero el monstruo de 5 mil cabezas no lo dejó, así que el Rey regresó para interpretar un popurrí. “No me voy, me quedo en cada canción” dijo Ramón, justo antes de despedirse. El público, de pie lo ovacionó con gritos y palmas que parecían no querer soltarlo jamás. La Historia de un adiós fue un recordatorio de que la música de Ramón Ayala no se despide, se transforma y continúa.
Con información de: Óscar Lancaster