Presidentes, entre el poder y la enfermedad

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Enfermedades crónicas, accidentes, intervenciones quirúrgicas de los presidentes de México, a lo largo del siglo XX, quedaron en el rumor y allí se volvieron anécdotas inconsistentes, al surgir versiones distintas, que se quedaban en segundo plano, ante el halo del presidencialismo del todo poderoso, perfecto, sano, fuerte, ajeno a los males de salud y a la muerte misma.
El 5 de julio de 1997, el presidente Ernesto Zedillo rasgó las cortinas del secreto en torno de la salud del jefe del Ejecutivo federal y, en Los Pinos, en ropa deportiva y tenis se presentó ante la Prensa, con la novedad de que le habían practicado una microcirugía en la rodilla derecha.
Llegó en silla de ruedas a la sala de la residencia Miguel Alemán, apoyado por su hijo Carlos de 15 años, entonces, y luego, con muletas se valió por sí mismo, y contó todos los detalles del mal que lo llevó a la plancha: los meniscos gastados y un fuerte golpe que se dio al jugar con el tenista del momento, Oliver Fernández.
Tiempo después, el primer presidente panista, Vicente Fox Quesada, llevó hasta la cama de hospital a fotógrafos y camarógrafos, que dieron sus testimonios de una intervención quirúrgica, para corregir una hernia discal, el 12 de marzo de 2003, cuando el mundo vivía la crisis que llevó a Estados Unidos a declarar la guerra Irak sin el voto de apoyo de México en el Consejo de Seguridad. Y habría sido la primera vez que un presidente mexicano no estaba para tomar la llamada de un presidente estadounidense.
Su sucesor, Felipe Calderón sufrió un accidente en bicicleta, en los jardines de Los Pinos el 30 de agosto de 2008, de lo cual se informó al día siguiente, para explicar el uso de cabestrillo, porque tuvo fractura del húmero (hombro) izquierdo”, y una contusión en la rodilla izquierda.
En el extremo hermético, se refiere el caso del presidente Adolfo Ruiz Cortines, quien fue operado del apéndice al inicio de su mandato, y aunque lo atendió el doctor Gustavo Baz, se negó a que le aplicara anestesia general. Había que estar a cargo de los hilos del poder.
Adolfo López Mateos, aquejado por dolores de aneurismas, ya como ex presidente murió a consecuencia de estos males.
Gustavo Díaz Ordaz, quien sufrió desprendimiento de retina del ojo derecho hacia el final de su mandato, y apareció en fotos con un parche posoperatorio, mantuvo reservada la historia del padecimiento, de lo cual se derivaron versiones distintas sobre la causa, que quedó en el mito y en la burla: En la tierra de los ciegos, el tuerto es rey”.
De Luis Echeverría, los enterados decían que padecía de los riñones, pero la imagen era de un hombre sano, robusto e incansable, y de igual manera se comportaba su sucesor José López Portillo. La discreción médica es la caja fuerte de los expedientes médicos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. La historia deja lagunas en los casos de Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán.
El politólogo José Fernández Santillán, académico del Tecnológico de Monterrey, campus ciudad de México, subrayó que aunque el presidencialismo en México, paso de un régimen hegemónico, a ser un elemento de un sistema plural y competitivo, los mexicanos tenemos mentalidad presidencialista”.
Alertó que desde la tarde del jueves 25 de junio, en que hubo cambios en la agenda presidencial y hasta que se dio a conocer en la mañana del viernes que Peña Nieto había salido del quirófano, el país desconoció todo.
En la casa presidencial no se priorizó la salud de presidente, y se antepuso la agenda, consideró. Aún en el régimen presidencialista mexicano, en cuestiones de salud del Presidente, como con todo paciente, el médico manda”, apuntó.

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