A medida que la tensión aumenta, la comunidad internacional sigue observando los avances de los rebeldes y las posibles repercusiones para la seguridad global.
En este contexto, Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, ha declarado en su plataforma Truth Social que "Estados Unidos no debe involucrarse en la situación de Siria", haciendo énfasis en que el país árabe "no es nuestro amigo". Esta postura se alinea con sus políticas previas, que abogaban por un enfoque más aislacionista y menos involucrado en conflictos internacionales, particularmente en el Medio Oriente.
La declaración de Trump contrasta con la política exterior de la administración saliente de Joe Biden, que ha mantenido un enfoque de apoyo indirecto a algunas facciones en Siria, como las fuerzas kurdas, en su lucha contra el grupo Estado Islámico (ISIS). Sin embargo, con el reciente avance de los rebeldes, la situación en Siria se ha vuelto más compleja, lo que ha reavivado el debate sobre el grado de involucramiento de Estados Unidos en este conflicto prolongado.
Para Trump, esta es una guerra en la que Estados Unidos no tiene que tomar partido. Trump insistió en que Siria no es un aliado estratégico de Estados Unidos y que la intervención no debería ser una prioridad para la política exterior estadounidense. En su mensaje, destacó la necesidad de dejar que los eventos se desarrollen por sí mismos sin la intervención directa de su país.
La situación en Siria se ha vuelto cada vez más incierta, con los grupos rebeldes ganando terreno en el sur y el este del país. A pesar del apoyo militar de Rusia e Irán al régimen de Bashar al Asad, las fuerzas leales al presidente sirio han perdido el control de varias ciudades clave, lo que ha incrementado la incertidumbre sobre el futuro del país.
Los combates cercanos a Damasco han generado una creciente preocupación sobre la seguridad y la estabilidad en la región. La declaración de Trump también refleja un cambio en el enfoque de la política exterior estadounidense bajo su liderazgo, en el que ha reiterado su preferencia por "Estados Unidos primero" y por evitar intervenciones militares en países extranjeros.
La comunidad internacional sigue observando los avances de los rebeldes y las posibles repercusiones para la seguridad global, con actores como Rusia e Irán tomando un papel cada vez más activo en la defensa del régimen de Al Asad.