Oscar Silva, un joven de 24 años, es un ejemplo de esta realidad. Llegó a Texas siendo un bebé, se graduó en Economía y Contabilidad, realizó una pasantía en el Capitolio, y se casó con una estadounidense, Natalie Taylor, de 23 años. Sin embargo, su estatus migratorio irregular lo mantiene en una situación precaria. Su historia refleja la incertidumbre que viven miles de familias.
El programa "Keeping Families Together", lanzado por el presidente Biden, ofrecía una esperanza para inmigrantes casados con ciudadanos estadounidenses, permitiendo iniciar los trámites de residencia sin salir del país. Sin embargo, un juez lo declaró ilegal a petición de estados conservadores, dejando a miles, incluyendo a Oscar, en el limbo.
"Soy estadounidense en todos los sentidos, menos en mis documentos", confiesa Oscar, destacando la paradoja de su situación. Su caso no es aislado. Mirna Cabral, una mujer de 37 años que llegó a Estados Unidos a los cinco años, viuda y madre de dos hijos, enfrenta una situación similar. La deportación significaría la separación de sus hijos, quienes, a pesar de haber nacido en Estados Unidos, sufrirían las consecuencias de su estatus migratorio.
Otro caso es el de Foday Turay, de 27 años, llegado de Sierra Leona a los siete, quien, casado con una estadounidense y con un hijo, descubrió su situación migratoria irregular al intentar sacar su licencia de conducir. El programa DACA, un paliativo temporal implementado durante la administración Obama, ofrece una protección limitada, pero su futuro es incierto tras la decisión judicial que bloquea nuevas solicitudes.
Aproximadamente 90,000 jóvenes son beneficiarios de DACA, un programa que protege temporalmente de la deportación y permite trabajar a inmigrantes que llegaron irregularmente al país siendo menores de 16 años. Este programa, un frágil escudo para muchos, enfrenta desafíos legales que agravan la situación de familias como la de Oscar, Mirna y Foday.
Organizaciones como Make The Road New York y la Alianza Fronteriza por los Derechos Humanos expresan su preocupación ante la incertidumbre y la amenaza de deportaciones masivas, recordando la experiencia durante la administración Trump y la deshumanización de los procesos migratorios. La amenaza no se limita a los inmigrantes indocumentados, sino que se extiende a las familias, a los sueños y al tejido social.
Natalie, esposa de Oscar, refleja la determinación de estas familias para mantener su unidad, afirmando que seguiría a su esposo a México si fuese necesario. El futuro para estas familias está en incertidumbre, pendiente de decisiones judiciales y políticas que definirán su futuro en Estados Unidos.