Nacido en Plains, Georgia, el 1 de octubre de 1924, James Earl Carter Jr (Jimmy Carter). no comenzó su trayectoria con el destino presidencial escrito en piedra. Su camino, sin embargo, estuvo marcado por la determinación y una visión singular.
Antes de la Casa Blanca, Carter tuvo una distinguida carrera naval, donde llegó a ser oficial en el USS Seawolf, el segundo submarino nuclear de Estados Unidos. “Hubo momentos en que lo odié, porque exigía más de mí de lo que creía poder ofrecer,” comentó Carter sobre el Almirante Hyman Rickover, figura clave en su formación. Este período en la Marina moldeo su disciplina y su enfoque estratégico.
Su regreso a Georgia lo introdujo en la política estatal. Su ascenso no fue lineal; enfrentó derrotas y controversias, como su controvertida campaña a la gobernación en 1970, donde según algunas versiones, "dirigió una campaña segregacionista". Sin embargo, su posterior viraje hacia la inclusión de votantes afroamericanos demuestra una evolución significativa en su enfoque político.
La escena política de 1976 estaba convulsionada. El escándalo Watergate dejó una nación sedienta de un liderazgo honesto y transparente. Carter, presentándose como un candidato modesto y con la promesa “nunca les mentiré,” supo conectar con la frustración del electorado y capitalizó el descontento con el sistema.
Su presidencia, aunque marcada por desafíos como la crisis de los rehenes en Irán y una economía inestable, también atestiguó logros notables como los Acuerdos de Camp David, un hito en la búsqueda de la paz entre Egipto e Israel. Estas negociaciones, mediadas por Carter, llevaron a Anwar Sadat y Menachem Begin a obtener el Premio Nobel de la Paz en 1978.
Más allá de su mandato presidencial, la vida de Carter estuvo dedicada al servicio. La creación del Centro Carter y su incansable labor con Habitat for Humanity son ejemplos de su compromiso con los derechos humanos, la paz global y la justicia social. Su trabajo, que extendió a países en desarrollo con el monitoreo de elecciones y la promoción de la democracia, lo convirtió en un referente en la diplomacia internacional.
El Premio Nobel de la Paz otorgado en 2002 reconoció décadas de esfuerzos incansables en la resolución de conflictos y su lucha por los derechos humanos. Un testimonio de su legado que trascendió las fronteras de Estados Unidos y la opinión pública que rodeó su presidencia.
Su lucha contra el cáncer, diagnosticado en 2015, no mermó su espíritu ni su compromiso. “Desde que los médicos me dijeron en 2015 que el cáncer se había extendido a mi cerebro, he estado absoluta y completamente tranquilo ante la muerte,” confesó. Una declaración que ilustra la serenidad con la que enfrentó la vida y la muerte.
Diversos líderes mundiales, incluyendo a los expresidentes Obama, Bush y Biden, así como la vicepresidenta Kamala Harris, expresaron sus condolencias y reconocieron su innegable influencia en el mundo. Un final que, lejos de ser un cierre, continúa resonando en la memoria colectiva como un legado de servicio y compromiso.