En medio del caos y la incertidumbre, el presidente Joe Biden se dirigió a la nación desde la Casa Blanca. Su mensaje, marcado por un tono contenido y mesurado, contrastó fuertemente con las declaraciones de su sucesor. Biden confirmó la identidad del sospechoso principal como Shamsud-Din Jabbar, un ciudadano estadounidense de 42 años nacido en Texas y veterano del ejército con 13 años de servicio activo. Según el presidente, informes del FBI indican que Jabbar publicó videos en redes sociales horas antes del ataque, "indicando que estaba inspirado por Isis, expresando un deseo de matar". Además, se encontró la bandera de Isis en su vehículo rentado, junto con posibles explosivos tanto en el auto como en las cercanías.
El presidente Biden enfatizó que la investigación, aún en curso, está explorando la posibilidad de cómplices y posibles conexiones entre el ataque en Bourbon Street y otro incidente posterior ocurrido frente al hotel Trump en Las Vegas, donde una persona falleció tras la explosión de un vehículo Tesla. “Hasta el momento, no hay nada que reportar al respecto,” afirmó Biden, haciendo un llamado a la calma y a evitar sacar conclusiones apresuradas.
Por otro lado, la reacción del presidente electo, Donald Trump, fue completamente opuesta. En una publicación en su plataforma Truth Social, Trump describió a Estados Unidos como “un desastre, un hazmerreír en todo el mundo”. En lugar de ofrecer condolencias, el magnate atribuyó el atentado a la supuesta ineficacia de las agencias de aplicación de la ley, a las que acusó de centrarse en investigaciones en su contra que considera una persecución política. Curiosamente, Trump insistió en la necesidad de un endurecimiento en las políticas migratorias, a pesar de que el sospechoso era un ciudadano estadounidense.
Trump también arremetió nuevamente contra el FBI y el Departamento de Justicia, incluso instando a la CIA a intervenir en la investigación, a pesar de que su función se centra en la inteligencia extranjera. Sus declaraciones resaltan la profunda polarización política del país y la manera en que la tragedia de Nueva Orleans se ha convertido en un nuevo campo de batalla ideológico.
El contraste entre las reacciones de ambos líderes no solo refleja diferentes estilos de liderazgo, sino también visiones dispares sobre la seguridad nacional y la manera de abordar problemas complejos como el terrorismo y la polarización social. Los detalles de la investigación aún se están revelando, y la magnitud de las consecuencias del ataque en la opinión pública mexicana, y en el mundo, está aún por verse.