En Altadena, una zona que ha sido un refugio para familias de color durante décadas, escapando de las prácticas discriminatorias en materia de vivienda de otras partes del estado, el impacto de los incendios es particularmente devastador. Altadena, con su mezcla de bungalows y mansiones, albergaba una comunidad diversa, donde aproximadamente el 58% de sus 42,000 residentes no son blancos, con una significativa representación hispana y afroamericana. La tasa de propiedad de vivienda entre la población negra era del 81.5%, casi el doble de la media nacional, un testimonio de la resiliencia y el trabajo intergeneracional.
Samantha Santoro, una estudiante universitaria de 22 años, hija de inmigrantes mexicanos, relata la angustia de perder la casa familiar, un lugar donde el alquiler asequible de $1,650 dólares les permitió prosperar. “No tenemos una segunda casa donde ir,” comenta con angustia, reflejando la situación de muchas familias de clase trabajadora afectadas.
La preocupación va más allá de la pérdida material. Victoria Knapp, presidenta del Consejo de la Ciudad de Altadena, teme la gentrificación. El temor a que las propiedades destruidas sean compradas por desarrolladores, alterando irreversiblemente el carácter de la comunidad y desplazando a los residentes de menores recursos, es palpable.
Kenneth Snowden, quien perdió su casa, junto con la que su familia adquirió en 1962, exige ayuda equitativa de las autoridades estatales y federales. “Mi casa de dos millones no es diferente de una de cuarenta millones,” afirma, solicitando préstamos hipotecarios a 0% de interés para facilitar la reconstrucción.
La situación afecta a diversas áreas. Shawn Brown, además de perder su casa, perdió la escuela pública autónoma que fundó. Daniela Dawson, una fotógrafa de 32 años, perdió casi todo su equipo y se ve obligada a regresar a Arizona. Su experiencia resalta la vulnerabilidad de los inquilinos sin seguro.
Incluso la Iglesia Bautista de Altadena, un pilar de la comunidad, sufrió daños significativos, dejando a más de 10 familias sin hogar y preocupando al reverendo George Van Alstine por el posible desplazamiento de los feligreses negros debido a los altos costos de reconstrucción.
Las historias de estas familias afectadas pintan un panorama complejo que va más allá de las estadísticas y los titulares. La reconstrucción no solo implica reparar casas, sino también preservar la identidad y el tejido social de una comunidad golpeada por el fuego, donde la desigualdad preexistente se ve ahora exacerbada por la tragedia.