A partir de las 6:33 am, hora del Este de Estados Unidos, usuarios alrededor del globo reportaron fallas generalizadas en el acceso a la plataforma. El problema, según reportes de DownDetector, iniciaron en Estados Unidos, pero rápidamente se extendió internacionalmente, afectando a cientos de millones de usuarios.
OpenAI reconoció la situación poco después, atribuyendo la falla a “tasas de error elevadas en ChatGPT y su API”. El servicio se mantuvo inaccesible por aproximadamente 50 minutos, hasta las 7:23 am, un lapso que, aunque corto, generó un considerable revuelo en las redes sociales.
Con más de 300 millones de usuarios semanales, la dependencia de ChatGPT en diversas áreas, desde la investigación académica hasta la creación de contenido y el desarrollo de software, se hizo evidente durante este breve periodo de inactividad. La ausencia de la herramienta dejó a muchos con una sensación de desconcierto y, en algunos casos, de pánico.
Las redes sociales se inundaron con memes que reflejaban la dependencia que se ha creado en torno a la IA. Algunos ejemplos: “Todos en Twitter (X) para ver si ChatGPT está inactivo”, “Mi gerente me observa codificar mientras ChatGPT no funciona”, y “ChatGPT se cayó. Todos los administradores de redes sociales en este momento”. Estas reacciones humorísticas, sin embargo, no restan importancia al impacto que una interrupción de este tipo puede tener en la productividad y los flujos de trabajo de millones de personas en todo el mundo.
Más allá de los memes y la anécdota, el incidente plantea una reflexión sobre la creciente dependencia que se está generando en torno a las herramientas de Inteligencia Artificial y la vulnerabilidad que esto implica. La conexión con estas tecnologías es cada vez más profunda y la posibilidad de una falla, por corta que sea, es algo que ya impacta significativamente en la vida cotidiana.