Recientemente, una disputa entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo colombiano, Gustavo Petro, puso en jaque la relación bilateral. Todo comenzó con el rechazo de Bogotá a la repatriación de ciudadanos colombianos en vuelos militares desde Estados Unidos. Petro, a través de su cuenta en X (antes Twitter), declaró: “Nunca nos hemos negado a aceptar migrantes (...) pero no me exijan recibir a deportados esposados y en avión militar. No somos colonia de nadie”.
Esta declaración provocó la inmediata reacción de Trump, quien respondió con la amenaza de imponer aranceles del 25% a los productos colombianos, con la posibilidad de aumentarlos al 50% en una semana. A estas medidas se sumaron restricciones de viaje y la revocación de visas para funcionarios colombianos, generando una escalada en la tensión entre ambos países. El Secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, incluso afirmó que Petro había inicialmente aprobado los vuelos, para luego cancelar la autorización a último momento.
El conflicto se intensificó con la decisión de Petro de ordenar un aumento recíproco de aranceles a los productos estadounidenses y la búsqueda de mercados alternativos para la exportación colombiana. Incluso se llegó a la disposición del avión presidencial colombiano para facilitar las deportaciones, mostrando un cambio de postura.
Sin embargo, la situación dio un giro inesperado. Tras un intercambio de comunicados y la participación del canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, y el embajador Daniel García-Peña en Washington, se anunció que el impasse se había superado. La Casa Blanca confirmó que Colombia aceptaría sin restricciones la repatriación de sus ciudadanos, incluso mediante aviones militares. Las medidas de represalia económica anunciadas por Trump quedaron en suspenso, aunque se aclaró que las restricciones de visados y las inspecciones aduaneras se mantendrían hasta la exitosa repatriación inicial.
El petróleo crudo, según el Observatorio de Complejidad Económica, fue el principal producto exportado por Colombia a Estados Unidos en 2022, representando el 38.8% del total de las compras estadounidenses a ese país. Este dato resalta la significativa dependencia económica entre ambos países, un factor clave en las negociaciones y el posterior acuerdo.