Alrededor de las 11:00 AM, cientos de estudiantes, con una disciplina sorprendente, dejaron las aulas y se movilizaron por Van Nuys Boulevard. Su destino: el Ayuntamiento de Van Nuys. No se trató de un acto improvisado; fue una huelga estudiantil organizada, una demostración silenciosa pero contundente que atrajo la atención de la comunidad.
La presencia discreta pero vigilante de oficiales de policía de Los Ángeles y personal de la escuela aseguró que la marcha se desarrollara sin incidentes. El ambiente era tenso, pero respetuoso. "Es realmente importante porque están reclutando a personas que realmente pagan impuestos, están marcando una diferencia y realmente están haciendo lo correcto...", explicó un estudiante participante a Eyewitness News, dando voz a la motivación tras la protesta.
Sus palabras resonaron con la fuerza de una convicción profunda: "Ellos vienen aquí para que podamos hacer de Estados Unidos un país mejor de lo que es. (Sin) los inmigrantes, estaríamos haciendo un trabajo que otras personas no querrían hacer". Esta declaración resume la esencia de la movilización: una defensa de los derechos de los inmigrantes y una crítica a las políticas migratorias de la administración Trump, que los estudiantes perciben como injustas y dañinas.
La jornada en el Ayuntamiento prometió ser larga. Los estudiantes se prepararon para permanecer allí todo el día, exigiendo ser escuchados y manteniendo viva la llama de su protesta. Este evento se inscribe en una serie de manifestaciones en el sur de California que reclaman los derechos de los inmigrantes, evidenciando un creciente activismo juvenil en torno a este tema crucial.
La escena, cargada de simbolismo, dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de Van Nuys. Una imagen que refleja la determinación de una generación comprometida con la defensa de sus ideales.