El 3 de enero de este año, en Chicago, Illinois, una llamada al 911 alertó sobre un disturbio doméstico en un apartamento. La llamada, realizada por la novia de Timothy Glaze, de 58 años, describía una situación tensa: "Tengo un destornillador en la mano. Este hombre me tiene contra una esquina, lleva un cuchillo en la mano". Ella buscaba ayuda para su pareja, quien según ella, estaba sufriendo una crisis.
Al llegar al lugar, los oficiales de policía se encontraron con una escena que se desarrollaría de forma dramática. El video muestra a Glaze, quien sufría de tres tipos de cáncer, portando un cuchillo. Tras una breve interacción, los policías abrieron fuego, disparando 28 veces contra el hombre.
Las imágenes, recientemente difundidas, muestran a Glaze en el suelo, aún con vida, mientras los agentes le ordenan que no se mueva antes de esposarlo y solicitar una ambulancia. Lamentablemente, Glaze fue declarado muerto a su llegada al Hospital Monte Sinaí.
Este incidente ha generado un debate profundo sobre las tácticas policiales en situaciones de crisis mental y el uso excesivo de la fuerza. La novia de Glaze expresó su profundo dolor y frustración: "No llamaré jamás a la Policía porque le han quitado la vida, y no es lo que se supone que tendrían que hacer, se supone que están para servir y proteger".
El caso pone de manifiesto la necesidad de una formación policial adecuada para abordar situaciones de crisis mental, así como la importancia de protocolos claros y transparentes para la actuación policial. El uso de cámaras corporales, si bien provee evidencia valiosa, también expone las limitaciones y la necesidad de una constante reevaluación de las prácticas policiales.