Asesinato de jefe militar en Guayaquil: Ecuador ante la escalada de violencia
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El viernes pasado, esa complejidad se manifestó de forma brutal. Un teniente coronel, jefe del Grupo de Operaciones Especiales de las Fuerzas Armadas de Ecuador, perdió la vida en un ataque armado cerca de la Penitenciaría del Litoral, una de las cárceles más peligrosas del país. El hecho, ocurrido en la mañana mientras se trasladaba en una camioneta gris, dejó imágenes impactantes: un vehículo acribillado a balazos, detenido a media calle.
Según información oficial, difundida a través de la cuenta de X de las Fuerzas Armadas, un cabo que le acompañaba resultó herido y fue trasladado a un hospital. Las autoridades, en un comunicado escueto, confirmaron la muerte del oficial y anunciaron una investigación, sin ofrecer detalles.
La respuesta de las Fuerzas Armadas fue inmediata: se ofreció una recompensa por información que permita identificar a los responsables, describiendo el hecho como un “ataque terrorista contra personal militar”. Este incidente resalta la preocupante situación de inseguridad que vive el país, donde los militares colaboran con la policía en zonas de alta peligrosidad, como Guayaquil y Durán, para enfrentar a las bandas criminales.
Este evento, lamentablemente, no es aislado. La violencia en Ecuador ha escalado en los últimos años, atribuida al creciente poder de carteles internacionales de narcotráfico. Recientemente, se registraron otros ataques similares: el asesinato de una autoridad en Manabí y el de una niña de dos años en El Oro, victima colateral de un ataque dirigido a sus padres.
El gobierno, por su parte, reportó una disminución del 15% en las muertes violentas en 2024, con 6.987 asesinatos comparados con los 8.248 de 2023. Sin embargo, enero de 2025 marcó un preocupante récord, con 731 asesinatos, una cifra significativamente superior a la de años anteriores. Las estadísticas de febrero aún no han sido publicadas oficialmente.
La camioneta gris, ahora una metáfora de la fragilidad ante la violencia, queda como un silencioso testimonio de la cruda realidad que enfrenta Ecuador. Una realidad que obliga a una profunda reflexión sobre las estrategias para asegurar la paz y la seguridad de sus ciudadanos.