Nueva York: Oficinas a Apartamentos, ¿Solución a la Crisis Habitacional?
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Nueva York, con su icónico skyline y su constante lucha contra la falta de viviendas asequibles, está a la vanguardia de esta transformación. El 53% de las oficinas en la ciudad, representando 305.4 millones de pies cuadrados, son aptas para convertirse en apartamentos, según el Índice de viabilidad de conversión (CFI) de Commercial Edge. Este dato representa una oportunidad significativa, pero no exenta de matices.
Se espera que en 2024 el área metropolitana de NYC cuente con 8,310 nuevos apartamentos provenientes de la reconversión de edificios de oficinas, superando a Los Ángeles (4,388) y Chicago (3,606) juntas. Washington D.C., con 6,533 unidades proyectadas, ocupa el segundo lugar. “Making New York Work for Everyone”, el plan de la alcaldía de NYC, es una pieza clave en este proceso, con el objetivo de crear 20,000 apartamentos nuevos en la próxima década.
Sin embargo, la ilusión de un alivio inmediato a la crisis habitacional se ve frenada por la realidad del mercado. Los alquileres en edificios reconvertidos no son precisamente económicos. Por ejemplo, estudios en 90/100 John St. comienzan en $3,250 dólares mensuales, mientras que en 55 Broad St. la cifra asciende a $4,000 dólares. Esta situación pone de manifiesto la complejidad del problema, que va más allá de simplemente transformar espacios.
El auge de las conversiones no se limita a oficinas. Las conversiones de hoteles a apartamentos representan el 20% de los proyectos locales de reutilización adaptativa en NYC, una consecuencia indirecta de la disminución de viajes de negocios por el trabajo remoto. Una paradoja, considerando el continuo crecimiento del turismo y el alza en los precios de los alojamientos.
Entre los proyectos más notables de conversión en Manhattan, destacan:
El ambicioso plan de conversión, si bien promete miles de nuevos apartamentos, no resuelve la problemática de la asequibilidad. La necesidad de mayores esfuerzos para afrontar el alto costo de vida en la ciudad, un factor crucial que impulsa la salida de muchos neoyorquinos, permanece latente.