Migrantes venezolanos regresan masivamente ante políticas migratorias más duras

"Nos prometieron oportunidades, pero solo encontramos rechazo", relata uno de los testimonios recogidos por la ONU en un informe conjunto con gobiernos de Centroamérica. El documento, basado en 182 entrevistas, revela que el flujo migratorio invertido no solo es real, sino que está creciendo a un ritmo alarmante.
Las cifras hablan por sí solas:
Las rutas hacia el sur están controladas por los mismos grupos criminales que operaban el tráfico hacia el norte. Extorsiones, secuestros y violencia sexual son moneda corriente, especialmente para mujeres y menores que pernoctan en albergues improvisados. "Es como volver a pasar por el infierno, pero sin esperanza al final", describe otro migrante en el informe.
El cruce por el Tapón del Darién, que en 2023 vio pasar a medio millón de personas, ahora presenta un panorama desolador. Quienes lo atraviesan en sentido contrario deben sortear no solo la selva, sino también la indiferencia de gobiernos que no están preparados para recibirlos.
Scott Campbell, representante de la ONU en Colombia, advierte sobre el vacío legal que enfrentan estos migrantes: "Ya eran víctimas cuando huían de sus países. Ahora vuelven a serlo al intentar regresar". La falta de protocolos para la migración inversa los deja a merced de redes de trata y condiciones inhumanas de transporte.
El Mar Caribe y el Pacífico se han convertido en nuevas rutas mortales. Embarcaciones sobrecargadas y en mal estado navegan entre islas, con familias enteras apostando su vida para llegar a Necoclí o Buenaventura, los mismos puntos de partida que abandonaron años atrás buscando un futuro mejor.