Protestas en EE.UU. convierten calles en 'fiesta por la democracia'

Bandas tocaban en vivo, carteles coloridos ondeaban al ritmo de consignas, y hasta disfraces de ranas—un símbolo de resistencia nacido en Portland—aparecieron entre la multitud. Lo que comenzó como una marcha contra las políticas de Donald Trump terminó pareciendo, en palabras de varios asistentes, "una fiesta por la democracia".
Detrás de la aparente festividad, sin embargo, latía un mensaje contundente. Brian Reymann, uno de los manifestantes en Washington, cargaba una bandera estadounidense mientras respondía a las acusaciones de "odio a EE.UU." lanzadas por los republicanos: "Esto es patriotismo en su forma más pura. Protestar no es traición; callar sí". La ironía no pasó desapercibida: los mismos carteles que denunciaban "fascismo" estaban impresos junto al preámbulo de la Constitución, "Nosotros, el pueblo".
Mientras Trump asistía a un evento de recaudación en Mar-a-Lago, los demócratas aprovecharon el momentum. Chris Murphy, senador por Connecticut, lo dijo sin rodeos: "Él cree que es un rey, pero este país no corona tiranos". La estrategia parece estar cambiando—hace seis meses, el partido estaba fragmentado; hoy, hasta Schumer, criticado por su tibieza previa, habla de "líneas morales". Ezra Levin, de Indivisible, lo resume así: "La valentía se contagia. Y ahora, nadie quiere ser el primero en rendirse".
Entre sombreros de mago y ranas de cartón, algo quedó claro: lo que algunos llaman "odio", otros lo definen como el último recurso de un pueblo que se niega a ser gobernado, en lugar de representado.