Tras su inesperada desaparición y el hallazgo posterior, el obispo Salvador Rangel Mendoza ha tomado la decisión de no proceder legalmente contra quienes lo agredieron.
Esta resolución, según comunicó, se basa en la protección de su seguridad personal, así como en su integridad física y moral. Pese a las adversidades enfrentadas, incluido el ser drogado con sustancias como cocaína y benzodiacepinas, el obispo opta por el perdón, alineando su decisión con los principios evangélicos que predica.
La noticia de su desaparición conmocionó a la comunidad, y su posterior localización viva trajo alivio, aunque también preguntas sin responder. Las autoridades, incluido el comisionado José Antonio Ortiz Guarneros y el fiscal de Morelos, Uriel Carmona, han ofrecido detalles contradictorios sobre los eventos, sugiriendo desde una estancia voluntaria en un hotel hasta un posible secuestro exprés. En medio de la confusión, la Conferencia del Episcopado Mexicano ha pedido cautela y evitar conjeturas precipitadas sobre el caso.