El 31 de enero, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ofreció una conferencia de prensa en la que descartó tajantemente la posibilidad de una recesión económica. Sus argumentos se basaron en cifras sólidas: una recaudación fiscal que alcanzó el 14.6% del PIB, una tasa de desempleo incluso inferior a la de Japón, robustas reservas del Banco de México, y una importante inversión extranjera directa. “Estos datos, dijo, reflejan la fortaleza de nuestra economía.”
Sin embargo, analistas económicos señalan la necesidad de un análisis más profundo. Si bien las cifras son correctas, la falta de contexto empaña el optimismo oficial. ¿Cómo se comparan estas cifras con el crecimiento de otros países de la región? ¿Se han considerado a fondo las variables externas?
La administración actual destaca la colaboración comercial con Estados Unidos y la defensa del T-MEC como elementos clave de esta aparente fortaleza económica. Se presentó también un plan de contingencia ante una eventual imposición de aranceles por parte del gobierno estadounidense. Pero, ¿es esta dependencia económica con nuestro vecino del norte sostenible a largo plazo? La diversificación económica sigue siendo un tema pendiente.
El debate se centra en si la narrativa oficial refleja una realidad completa o una estrategia comunicacional. Existen factores como la incertidumbre geopolítica y la inflación persistente que podrían afectar la economía a mediano y largo plazo. Ignorar estos aspectos puede generar una visión sesgada de la situación.
En resumen, mientras algunos indicadores económicos muestran un panorama positivo, la falta de un análisis exhaustivo y el posible sesgo en la información oficial, dejan abierta la discusión sobre la verdadera salud económica de México.