Basurero clandestino en Monterrey: 40 años de contaminación y abandono

Pero este olor, conocido por los más de 30 años de residentes como Abigail Ortiz, no es de naturaleza; es el hedor a un basurero clandestino que, según denuncian, lleva más de cuatro décadas existiendo en ese cruce. Abigail, con 36 años viviendo ahí, lo ha visto todo: el crecimiento de la colonia, los cambios en la ciudad, y la persistente montaña de basura.
“Esto lleva así desde que tengo uso de razón… siempre ha estado así de sucio,” comenta Abigail, describiendo la situación con una mezcla de resignación y frustración. La acumulación de desechos no es solo un problema estético; es un peligro real. Ratas, tlacuaches, y hasta víboras han hecho del lugar su hogar, creando un riesgo sanitario latente para niños y adultos.
La situación se agrava con los desechos que van más allá de lo doméstico: “Llegan olores feos como a perro muerto… y con estos calores…”, dice Abigail, dejando implícito el temor a enfermedades y plagas con el aumento de las temperaturas. Letreros de “Prohibido tirar basura y escombro” han sido colocados por los vecinos, pero la medida ha resultado insuficiente. La basura sigue llegando.
El problema se complica aún más por la disputa de jurisdicción. Los vecinos han solicitado la intervención del municipio, pero la respuesta ha sido que el terreno es federal, dejando a la comunidad en un limbo burocrático. La falta de respuesta de las autoridades ha obligado a los vecinos a tomar la iniciativa, organizando jornadas de limpieza. Sin embargo, la magnitud del problema y la falta de una solución definitiva hace que el esfuerzo sea en vano, perpetuando el ciclo de acumulación y abandono.
La esperanza de los residentes reside en una solución definitiva que vaya más allá de las limpiezas esporádicas. Necesitan una intervención que erradique el problema de raíz, transformando ese espacio en algo que beneficie a la comunidad en lugar de representar una amenaza constante para su salud y bienestar.