Sonoyta
Aseguran que la falta de trabajo en sus lugares de origen los obliga a “trabajar” inmiscuidos en el tráfico drogas, pese a que saben tienen un pie en la cárcel.
Hacinados en viviendas ubicadas en ejidos cercanos a la fronteriza población de Sonoyta, decenas de hombres desde menores de 16 años hasta adultos de 50, esperan su turno para cargar su maleta hasta con 25 kilos de enervante y aventurarse al desierto para cruzar a los Estados Unidos.
Los aspirantes a “burrear” dejan a sus familias en municipios de Sinaloa, Guanajuato, Jalisco y del mismo estado de Sonora y se lanzan al tráfico de narcóticos específicamente de mariguana aun cuando conocen el riesgo de ser sorprendidos por los militares en el caso de tierras mexicanas y de la Border Patrol cuando ya han cruzado la línea hacia los Estados Unidos. Solamente en el ejido Desierto de Sonora ubicado a 10 kilómetros al noroeste de la población de Sonoyta, es fácil evidenciar cuando grupos de jóvenes y adultos llegan como aspirantes a “burreros” y se instalan en pequeñas viviendas donde permanecen días hacinados hasta que son avisados para preparar sus maletas en las que cruzarán hasta 25 kilos de mariguana. Así llegaron José Juan y Roberto de 34 y 36 años de Culiacán, Sinaloa quienes dijeron tener 4 y 2 hijos a los que dejan hasta por dos meses en lo que “agarran jale” y “sacan algo de lana” para mandar a su familia. Los dos aspirantes a cruzar enervante están acompañados por 14 hombres más, 8 de ellos también de Sinaloa, tres de Guanajuato y uno más de Altar Sonora, quienes sorprendidos por la visita de elementos de la SEDENA ofrecen algunos datos. Todos viven en una vivienda azul de concreto que cuenta con dos habitaciones con colchones en el piso y unas literas, también hay una cocina en la que preparan frijoles para comer al medio día. Entre los hombres que se preparan para caminar por el desierto para cruzar la “carga” está un joven de 16 años que dice llamarse Francisco, proveniente de Mazatlán, Sinaloa y quien prepara la olla de frijoles cuando dos militares le preguntan que si ya tuvo “jale”, a lo que el menor responde que aún se encuentra “limpio” y permite que levanten su camiseta para mostrarles que aún no tiene las marcas que dejan los cinchos de la pesada mochila que cargan por días. “Estoy limpio compa, aún no he pasado, estoy buscando jale por aquí y mientras estoy cuidando esta comida, yo creo que son frijoles” respondió a los soldados sin dejar de revolver lo que cocinaba. Afuera de la vivienda un jefe militar que hace recorridos por la zona les recomienda que la piensen dos veces antes de aventurarse al inhóspito desierto y le invita a regresarse a sus lugares de origen con sus familias. Algunos responden que no regresarán por que en sus tierras no hay empleo y que prefieren arriesgarse, también cuentan que como ellos hay cientos de hombres que buscan lo mismo, aunque de antemano saben que tienen un pie en la cárcel. Otro joven entrevistado y quien aseguró no es su primera vez que cruza “mota” dice que el mes de octubre es el bueno para hacer este tipo de trabajo por que el clima les ayuda para aguantar más en el desierto. En otro cuarto de la vivienda están tiradas tres mochilas y un estéreo con tres discos compactos y encima de un librero viejo, dos veladoras de San Judas Tadeo encendidas. Además del ejido Desierto de Sonora hay otras rancherías por esta región en donde casas sirven de hostales donde les dan oportunidad a los aspirantes a “burreros” de permanecer en lo que empiezan a trabajar. Como complemento a esta actividad en las principales calles de Sonoyta, es fácil detectar los puestos donde venden mochilas de lona con compartimentos, pantalones camuflaje, gorras y recipientes para guardar agua. Mientras que el comercio y abarrotes locales registran repuntes en sus ventas tras la llegada de grupos de personas que compran hasta 3 mil pesos de alimento en latas y bebidas.