Nogales
La Plaza del CECUN se iluminó para deslumbrar con su brillo los corazones de los nogalenses.
Más de una semana duraron los preparativos. Maestros y alumnos de los distintos Talleres del Instituto se involucraron en la construcción de carros alegóricos destinados a engalanar las calles nogalenses. Y como toda historia requiere, además de escenario, personajes, alumnos y maestros, otra vez, accedieron gustosos a disfrazarse para la ocasión.
Aquí se manifestó de nuevo el trabajo en equipo: desde la señora de intendencia que en su tiempo libre fabricó los vestuarios, hasta los alumnos del Taller de Acrobacia y Malabares, quienes se maquillaron a sí mismos y encontraron tiempo para maquillar a los demás participantes. Luego, en determinado momento, como suele suceder, llegó la hora.
Pasadas las seis de la tarde las Luces y la Alegría de la Navidad fueron, paulatinamente, invadiendo la ciudad. Ficción en virtud de la cual algo representa o significa otra cosa diferente. Esa es la definición que de la palabra alegoría nos entrega el Diccionario de la RAE. Pues bien, los carros alegóricos que participaron en el desfile, pertenecientes a diversas instituciones educativas, dependencias gubernamentales y empresas comerciales, lograron por un inolvidable momento hacer coincidir realidad con representación: la expectación, la inminencia y la imaginación, que son, todas juntas, una forma de la inteligencia.
“Papá, Papá, mira los venados que vuelan”, le comentó un niño al señor que, estoicamente, con una enorme sonrisa en los labios, lo sostenía sobre los hombros. Él responde, acostumbrado seguramente a los comentarios que parecen preguntas, “No son venados, son renos”. El niño asiente conforme, pero con la certeza de que la parte sustancial del diálogo, esa que refiere al vuelo sobre los aires, queda sin aclarar. Cerca de nosotros hay pequeñines tomados de las manos de sus madres, estirándose cuan cortos son, para ver lo que ellas señalan con entusiasmo. Ellos no ven, pero escuchan. Ellos van abrigadísimos, sin entender por qué. Siempre me ha impresionado la capacidad de los niños para resistir el frío. O más que resistirlo, como nosotros, desconocerlo cuando, alborozados, son partícipes de algún festejo al aire libre en época invernal.
Al verlos asomar sus naricitas coloradas a través de cobijas y abrigos, yo mismo siento que me sobra la chamarra para llenarme el pecho de aire tibio.
Los contingentes continuaron su marcha: jóvenes hermosas, caballeritos muy bien plantados, duendes, magos, princesas, ángeles con piernas hasta el infinito. Música y comida fueron rúbrica indispensable para cada celebración fronteriza, complemento perfecto para el multitudinario festejo. Incluso desde el puente, los espectadores disfrutaban.
Mención especial merece, creo yo, el señor Roberto Angspren (Bobby), Coordinador de Mantenimiento de Imfoculta, el cual no puso reparo en caracterizarse como Santa Claus para júbilo de chicos y grandes. Si ustedes conocieran a Bobby como nosotros, constatarían por su parte que la bonhomía y la generosidad del personaje navideño no le van nunca a la zaga. Y ya ni hablar de Isabel Sánchez, Maestra de Modelado en Barro, quien hizo suspirar a más de uno, personificada como la Seños Claus.
Broche de oro, al final, el encendido del Árbol Navideño. La Plaza del CECUN se iluminó para deslumbrar con su brillo rutilante espíritus y corazones. Simultáneamente, un Nacimiento tradicional, para llevar a escena el momento cumbre de la cristiandad. La frontera, de nuevo, ejemplo de sincretismo cultural. Llegaron los fuegos artificiales, los resplandores dichosos.
Nosotros nos perdemos entre la muchedumbre. Hasta el próximo árbol, hasta el siguiente nacimiento, hasta el año que viene, siempre.
*Coordinador de Literatura y Actividades de IMFOCULTA