Nogales
La leyenda cuenta que un migrante que tenía varios días extraviado en el desierto entre México y Estados Unidos se encontró de pronto con un joven alto, de piel blanca y ojos claros quien le ofreció agua, ayudó a encontrar el camino y hasta le prestó unos dólares.
Cuando preguntó cómo podría pagar el dinero, el desconocido pidió que le buscara en Santa Ana de Guadalupe, en Jalisco.
Años después el joven viajó a México para saldar su deuda, pero cuando llegó al pueblo descubrió que su salvador murió en 1928, había sido sacerdote y su imagen era venerada en la capilla del pueblo.
El nombre del desconocido es Toribio Romo González, asesinado durante la Guerra Cristera que ocurrió entre 1928 y 1931, cuando el gobierno mexicano prohibió el culto religioso en el país.
Grupos armados cercanos a la Iglesia Católica enfrentaron al Ejército, especialmente en los estados del centro mexicano. En las batallas varios sacerdotes fueron asesinados por los militares, entre ellos Toribio Romo quien fue canonizado en 2000 por el Papa Juan Pablo II.
Hasta ahora nadie ha encontrado al joven rescatado del desierto, e incluso no hay certeza de su identidad: algunos dicen que se llama Juan, otros aseguran que es Otilio.
Lo único claro es que a partir de ésta y otras historias similares Toribio Romo se ha convertido prácticamente en el santo de los migrantes.
Cada año unas 600.000 personas visitan su templo en el pueblo donde nació. Muchos viajan desde Estados Unidos para agradecer su ayuda para evadir a la Patrulla Fronteriza, conseguir su residencia legal o sobrevivir al servicio militar en Irak y Afganistán.
A pesar de esta devoción, oficialmente Toribio Romo fue canonizado por sanar a una persona desahuciada por cáncer, un milagro ajeno a los migrantes recuerda Ángela Renee De la Torre, académica del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) del Occidente.
De hecho, originalmente el sacerdote era uno más de los 14 mártires de la Guerra Cristera que en 2000 fueron canonizados por el Vaticano, pero su destino fue muy distinto.
“No iba para encabezar el grupo, estaba en la fila digamos, pero se volvió el santo más taquillero y famoso de toda la región”, explica la investigadora.
Tras esta creciente devoción existen varios factores: su pueblo natal se ubica en la zona donde ocurrió la primera ola de migración a Estados Unidos a fines del siglo XIX, lo cual permitió a muchos de sus fieles contar con documentos legales para viajar con frecuencia a su país.
Contribuyó además que su hermano Román, también sacerdote y quien presenció la muerte de Toribio, se encargó de promover durante décadas “el mito”, dice la investigadora, sobre el martirio del ahora santo.
Incluso su familia ha conservado algunas reliquias: la camisa ensangrentada que tenía al morir, su diario, pantalones y hasta un pequeño recipiente de cristal con un polvo gris que, dicen, era sangre del joven asesinado.
No es todo. El sacerdote responsable de la capilla dedicada a Toribio Romo tenía una especial vocación “por el negocio” y en poco tiempo ordenó la fabricación de miles de objetos con la imagen del nuevo santo, asegura Renee De la Torre.
“Medallas, novenarios, discos para colgarlos en los autos, calcomanías o zapatos tenis con foquitos para cruzar la frontera”, cuenta. “La toribiomanía creció de una forma impresionante”.
Los milagros de hoy
¿Es suficiente la mercadotecnia para explicar la devoción al santo de los migrantes?
No, dice Juan Manuel Aguirre, director de la organización civil San Toribio Romo Migrante que se dedica a alimentar a las personas sin documentos que pretenden cruzar la frontera con Estados Unidos.
En su tarea cotidiana ha escuchado “muchos testimonios” de personas que juran haber salvado su vida por ayuda del sacerdote.
“Un muchacho me contó que estaba a punto de morirse de sed y entonces llegó una persona que le dio agua. Cuando bebió y empezó a recuperarse se dio cuenta que había desaparecido, sólo había un garrafón lleno”, dice.
“Unos migrantes han estado escondidos y cuando pasó la Patrulla Fronteriza no los vieron porque en ese momento rezaban a Santo Toribio”.
Es un círculo. Quienes dicen haber encontrado al santo a veces dejan en su camino señales de la aparición, como cruces, piedras marcadas o pequeños altares con las imágenes que llevaban.
Otros que usan esas rutas encuentran las señales y a su vez dejan más, en un proceso de creación de culto que por lo pronto ha provocado la construcción de al menos dos templos dedicados a Toribio Romo en California y Texas.
Quienes dicen haber sido rescatados por el Santo están convencidos de que el milagro existió, aunque en el fondo puede haber otras razones advierte Renee De la Torre.
“Los migrantes otorgan a los santos un papel muy importante para colonizar sus miedos”, explica. Una necesidad espiritual que en los últimos años se profundizó en México porque la ruta hacia el norte es cada vez más peligrosa.
Un proceso “de construcción de la devoción popular” que en el caso de muchos migrantes que cruzan por este país favorece, sin duda, a Santo Toribio Romo.