Don Fito Monroy, entrega y pasión por lo que hace

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Nogales, Son


(ENTREVISTA PUBLICADA EL 20 DE NOVIEMBRE DE 2016)


En 1961 abre el restaurante La Posada y con ahínco mantiene abiertas sus puertas; uno de los pocos locales que se mantienen vigentes en el centro histórico de Nogales.


La Posada de Rodolfo Monroy Rivera ha sobrevivido a constantes cambios en el primer cuadro de la ciudad, a periodos de inseguridad, de abandono y hasta de altos costos en las rentas que han obligado al cierre de una enorme cantidad de negocios, sin embargo, la entrega y perseverancia de Don Fito”, han permitido que el tradicional restaurante se mantenga en pie.


Luego de 55 años desde la apertura de La Posada, para don Rodolfo no hay cosa más importante que sus clientes, ese buen trato que ha sido el secreto del éxito para el negocio y sobre todo, un pilar para mantenerse abiertos y ser uno de los pocos locales que se mantienen vigentes en el centro histórico de Nogales.


Rodolfo Monroy Rivera cuenta hoy en día con 85 años de edad, vio la luz por primera vez en diciembre de 1930, nacido y radicado en Nogales, creció en la esquina de la avenida Álvaro Obregón y calle Internacional.


Se casó en 1950 y tuvo cuatro hijos, todos varones: Rodolfo, Rafael, Rubén y René, todos con la letra R, aunque de pura coincidencia, agrega.


Es un hombre sumamente querido por la comunidad nogalense, reconocido por ser un empresario exitoso, un filántropo con un corazón enorme y por encabezar un patronato de bomberos locales caracterizado por ser uno de los mejores en el norte del país.


SUS INICIOS, EL NACIMIENTO DE LA POSADA


Yo nací en el restaurante y ahí me crié, cuando ya me casé traté de poner un negocio de acuerdo a lo que sabía, decidí poner este restaurante con muchos sacrificios, lo abrí el 21 de octubre de 1961 con mucho esfuerzo y carencias, pero gracias a Dios pude salir adelante”.


Recordó a un amigo, de origen japonés y de nombre Tanamachi, quien vendía refrescos en botella, mismo que lo ayudó con varias cajas del producto y sin costo, para que don Fito pudiera abrir su negocio, una de las anécdotas que más recuerda.


Mira, sentí deseos de llorar, pero de gusto, porque en el puro preciso momento, en que a mí me hacía falta eso, él llegó y me las regaló, fue así como pude abrir y continuar con mi negocio”.


En los primeros años, La Posada abría sus puertas desde las 6:00 de la mañana y cerraba a la media noche, el edificio solamente era de una sola habitación, tenía par de estufas, booths y una pequeña barra donde se podían sentar entre seis a ocho personas, un lugar rústico, pero con muy buena clientela, muchos amigos de don Fito.


El negocio creció con los años, hasta que Monroy Rivera pudo rentar el local contiguo que antes era una curios, así pudo ampliar su restaurante. Recuerda que tenía una radiola, que le dejaba buen dinero extra, además vendía cerveza, aunque después le trajo problemas, porque algún cliente pasado de copas ponía la música a alto volumen.


Dejó de vender cerveza debido a que muchos hombres ingresaban solo a beber, se emborrachaban, se portaban mal y espantaban a la clientela, recuerda.


Llegó el momento de que aunque estaba yo muy amolado y me hacía falta el dinero de la radiola, la quite y dejé de vender cerveza, cuando hice eso, perdí clientela porque el americano acostumbra tomar cerveza con la comida, pero preferí sostenerme sin eso y al poco tiempo empezaron a venir familias, con niños y jóvenes, para mí eso era una ganancia, ya no tenía el problema de borrachos”.


LA ENFERMEDAD QUE LO POSTRÓ


Las décadas de los 60 y 70 fueron los buenos años para el negocio de don Fito, ya que el turismo norteamericano estaba en pleno apogeo, las Fiestas de Mayo, la Plaza de Toros, las licorerías en la avenida Obregón, atraía a grandes cantidades de turistas, de gringos”.


Y así transcurrieron los años, hasta que don Fito enfermó.


Recuerda que en el 2008, lo que era una operación sencilla de la vejiga, se complicó y lo postró durante ocho meses en el hospital, no tenía seguro social y los ahorros de toda una vida, tuvieron que ser empleados en su hospitalización y tratamiento.


Salí con una gran deuda, pero gracias a Dios, a mis amigos y clientes, pudimos salir adelante. El negocio se mantuvo, mi esposa e hijos me ayudaron mucho. Gracias a Dios y a muchas ganas de salir adelante, aquí ando todavía, dando guerra”.


SIEMPRE AL PENDIENTE DE SUS CLIENTES


Actualmente y a sus casi 86 años, don Fito presenta problemas para caminar o mantenerse de pie, debido a que recientemente sufrió el colapso de tres vertebras, según sus médicos, ya no es candidato para operarse y aunque pudiera, él ya no quiere regresar a un hospital.


Me da pena que me vean así, pero ni modo, cuando menos puedo estar pendiente de mi negocio, ahí sentado, hasta donde puedo. Porque el restaurante es muy celoso, a mí me puede muchísimo que se me vaya un cliente, me cuesta mucho trabajo hacer la clientela y luego que se me vayan por alguna mala atención o mal modo de alguna mesera”.


Prefiere estar al pendiente de los platillos que degustan sus clientes, cada que puede le pregunta a los comensales si les gustó la comida y si se presenta el caso de no gustarles, inmediatamente ordena que se les cambie el alimento.


Lo que yo quiero es que se vayan contentos, pero es difícil. Una persona cuando llega a un restaurante llega con hambre, entonces si no le das en el tiempo correcto, se enoja, se molesta porque el hambre provoca coraje, entonces tenemos que estar pendientes de eso, pero gracias a Dios tengo buenos empleados y meseras y vamos saliendo adelante”.


El negocio hace poco que ya no es lo que era antes, cuando era una hermosura ver cómo había tanto turismo en la calle, han abierto restaurantes en el Mall y en otras partes, entonces la Obregón y el centro la olvidaron, la clientela se ha retirado porque no hay donde estacionarse y miles de cosas”.


Con mucho trabajo La Posada ha sobrevivido, ante la extinción del negocio de las curios en el mismo sector donde se ubica, el precio de las rentas también mató a muchos locales, acuerda Monroy Rivera.


EL DON DE AYUDAR A LOS MÁS NECESITADOS


Sobre su faceta como filántropo, don Fito recuerda que sus padres, cuando trabajaban en el restaurante Elviras, ayudaban a mucha gente, daban comida sin cobrar a indigentes que lo requerían, de ahí aprendió a que debía hacer algo por esta ciudad, que le ha dado tanto.


Cuando se registraban incendios y ante la falta de hidrantes en el centro de la ciudad, miraba las dificultares de los bomberos para apagarlos, no se quedó de brazos cruzados y decidió, junto a unos amigos, crear el patronato de los bomberos, convirtiendo al Gustavo L. Manríquez” en uno de los mejores del norte del país.


Me ha fregado mucha gente sin necesidad, vienen y piden, me sorprenden y les doy, siempre de acuerdo a mis posibilidades económicas que no son muchas, entonces hay mucha gente que me quiere mucho y me aprecia, eso es algo que me da mucho gusto”.


Recuerda una ocasión que una persona, en tono de burla, le cuestionó los motivos de que por qué ayudaba a la gente, que si qué ganaba al hacerlo, lo que don Fito contestó: Tú no sabes lo que yo saco porque nunca le has dado nada a nadie, pero la satisfacción que tengo en mi corazón, de que le hice el bien a alguien, si gano y gracias a Dios, mucha gente ha regresado a darme las gracias, cuando salen del apuro, es algo que me gusta y que da una satisfacción el saber que ayudaste a alguien que tenía problemas”.


¿QUÉ OPINA DE NOGALES, SU CIUDAD, SU GENTE?


Es gente muy linda, desgraciadamente ya quedamos muy pocos nacidos aquí, ha cambia do mucho, Nogales era una ciudad donde no había crímenes, corrían los años y no pasaba nada, era rarísimo y ahora ve cómo estamos, y no nomás Nogales, todo el país. Me puede mucho ver a Nogales así, quisiera yo, que se quedara como antes”.


A la gente de Nogales les digo que los quiero mucho y sobre todo, les estoy muy agradecido por todo el apoyo que me han brindado, a mis clientes y amigos, a todo mundo”, concluye.


Actualmente y en reconocimiento a su entrega, una escuela de preescolar ubicada en la colonia Las Bellotas y la subestación de bomberos de la colonia San Miguel, llevan en su honor, el nombre de Rodolfo Monroy Rivera”.

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