El martes por la noche, poco después de las 9 p.m., una llamada al 911 alertó a la policía de Tempe sobre una emergencia en la residencia de Virginia Luján. Su nieta de 13 años, bajo su cuidado, había dejado de respirar. Paramédicos y oficiales acudieron rápidamente al lugar.
Al llegar, la escena que encontraron los agentes fue desgarradora. La menor presentaba numerosos moretones y llagas en diferentes etapas de cicatrización. La gravedad de las lesiones obligó a la inmediata notificación de la Oficina de Investigaciones Criminales.
La abuela, Virginia Luján, explicó a los investigadores que la niña se había caído por las escaleras el domingo. "Creía que la niña estaría bien," alegó Luján, justificando su decisión de no buscar atención médica. Un detalle crucial surgió: la menor tenía un retraso cognitivo, con la capacidad mental de un niño de 3 años.
La investigación dio un giro aún más inquietante al descubrirse la participación de la madre, Jami Hodges. Hodges declaró a la policía que desconocía la caída de su hija. Pero el hallazgo más impactante fue el descubrimiento de una "jaula" improvisada dentro de la casa. Esta estructura, descrita por la policía como fétida y llena de heces, servía, según confesión de Luján y Hodges, para "controlar" a la niña.
Como resultado de las investigaciones, ambas mujeres fueron arrestadas. Se enfrentan a cargos graves de abuso infantil. Mientras Hodges fue liberada en espera de la presentación formal de cargos, la investigación continúa y se anticipan posibles cargos adicionales.