Desde anuncios hasta el interminable scroll de las redes sociales, la tentación de hacer clic, ver o comprar acecha a cada paso. Nuestros smartphones, computadoras y consolas de videojuegos han reducido notablemente nuestra capacidad de atención. La sobreabundancia de opciones digitales nos hace creer que la falta de concentración es inevitable; nos estamos ahogando en un mar de entretenimiento.
La periodista Kim Mills entrevistó a la psicóloga Gloria Mark sobre la relación entre la tecnología y la disminución de la capacidad de atención. Mark señala que, mientras que en 2004 la atención promedio de un humano era de dos minutos y medio, ahora es de 47 segundos. Atribuye este declive al avance de la tecnología y al tiempo que las personas dedican a internet.
En 2024, es imposible desconectarse. El entretenimiento, la educación e incluso el empleo se filtran a través de una lente digital. La vida se ha vuelto cada vez más dependiente de teléfonos y computadoras en las últimas décadas con la evolución de tecnologías como el GPS, los mensajes de texto y la educación en línea. Sin mencionar las redes sociales: plataformas como TikTok, Instagram y YouTube se adaptan a las preferencias del usuario, generando un sinfín de fotos y videos para desplazarse. Estas plataformas priorizan el contenido de formato corto, definido como aquel que se lee o ve en menos de 10 minutos.
De manera intencional o no, el contenido de formato corto puede llevar a las personas, especialmente a los estudiantes, a un ciclo periódico de procrastinación. Personalmente, he notado el impacto negativo que este tipo de contenido ha tenido en mi propia capacidad de atención: escribir este artículo me tomó más tiempo de lo esperado debido a la cantidad de veces que pausé para revisar mi teléfono y me distraje.
Si bien el contenido de formato corto no es inherentemente malo, se aprovecha de una oleada instantánea de dopamina. Aunque es gratificante completar un proyecto a largo plazo, recibir validación en las redes sociales a corto plazo es emocionante. A medida que los patrones de gratificación instantánea se repiten, los síntomas preexistentes de depresión y ansiedad a menudo empeoran por el uso excesivo de las redes sociales.
Incluso si es evidente que la relación actual que muchas personas tienen con internet no es saludable, no es realista desconectarse. Casi todo en el mundo se ha digitalizado: películas, libros e incluso comida están disponibles con solo tocar un botón. En el modelo actual de uso de internet, es imposible separarse de estas distracciones, solo se puede limitar su consumo.
Si bien es fácil afirmar que hay una adicción al uso de internet, también es una salida fácil. El problema no radica en internet en sí, sino en los problemas subyacentes que causan su uso excesivo. Las enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad facilitan pasar un día en línea y dificultan salir. Esta dependencia de la distracción puede estar relacionada con la distracción no solo en clase, sino también en la vida personal.
Es una mala señal que frases como "bedrotting" y "doomscrolling" sean ahora parte activa del léxico de internet; a medida que la concentración disminuye, la romantización del uso crónico de internet minimiza las razones subyacentes de este.