En Inglaterra, la batalla por la atención de los estudiantes se está librando en las aulas, y no precisamente con libros y pizarrones.
La propuesta de Josh MacAlister, un legislador laborista y ex maestro, ha generado un debate acalorado: prohibir los teléfonos inteligentes en las escuelas mediante una ley. MacAlister, impulsado por las voces de expertos y sindicatos, argumenta que el uso excesivo de los smartphones en las aulas está causando un daño generalizado.
El legislador, preocupado por la cantidad de tiempo que los niños dedican a "doomscrolling" (consumo compulsivo de noticias negativas en redes sociales), busca que se apruebe una ley que prohíba los teléfonos en las escuelas.
La idea no es nueva. El gobierno inglés ya había implementado directrices para restringir el uso de teléfonos en las escuelas, pero la propuesta de MacAlister busca convertirlas en ley.
Él también propone la creación de una "ley de cinturón de seguridad" para el uso de las redes sociales por parte de los niños. Esta ley sería un marco legal para regular el acceso a las redes sociales y proteger a los menores de los peligros de la exposición constante a contenidos nocivos.
Los países de todo el mundo están tomando medidas audaces y nuestros niños corren el riesgo de quedarse atrás, afirma MacAlister.La propuesta ha recibido apoyo de varios sectores, incluyendo al ex secretario de educación Kit Malthouse, el actual y el ex comisionado para la infancia, así como organizaciones de padres, líderes escolares, organizaciones benéficas para niños y sindicatos de maestros.
Pepe Di'lasio, secretario general de la Asociación de Líderes Escolares y Universitarios, ha declarado: "No basta con confiar únicamente en los padres y en las escuelas para enseñar a los niños sobre los peligros de los teléfonos inteligentes. Hemos llegado a un punto en el que se requiere una regulación sobre su venta y sobre la conducta de las plataformas online".
La Ormiston Chadwick Academy, en Cheshire, ya ha implementado una política de escuela sin teléfonos.
La directora, Jennifer Lowry-Johnson, ha observado una reducción significativa en las distracciones y una mayor participación de los estudiantes en actividades como el fútbol durante el almuerzo, así como una disminución en el número de solicitudes de acceso al baño durante las clases.
Hemos visto una reducción de más del 50% en el número de derivaciones por protección de menores con respecto a las redes sociales y el contenido que consideraríamos inapropiado, agrega la directora.Las opiniones sobre la propuesta de MacAlister son variadas.
Algunos argumentan que los teléfonos inteligentes pueden ser una herramienta de aprendizaje y que no hay evidencia suficiente para justificar una prohibición generalizada. Otros, como Rebekah Wershbale, madre de una niña de 10 años, apoyan la ley, preocupadas por el impacto del uso constante de teléfonos en la salud mental y el desarrollo social de sus hijos.
A mi hija le encanta usar el teléfono y no entiende cómo las aplicaciones están diseñadas para ser adictivas. Es un tema que genera mucho debate en casa, afirma Wershbale.La polémica sobre el uso de teléfonos inteligentes en las escuelas no tiene una respuesta fácil. La propuesta de MacAlister ha abierto un debate crucial sobre la responsabilidad de las empresas tecnológicas, la influencia de las redes sociales en los niños y el papel de la educación en un mundo digital.