Un modus operandi sofisticado se esconde tras las llamadas amenazantes. No se trata solo de llamadas aleatorias; los extorsionadores invierten tiempo en investigar a sus víctimas. "Ellos investigan en redes sociales, incluso en Google Maps, para obtener datos precisos sobre la vida de sus objetivos", explica un experto en seguridad digital que ha dedicado tiempo a investigar este fenómeno. Su investigación revela una alarmante capacidad de los criminales para crear perfiles detallados de sus víctimas usando información públicamente disponible.
Un ejemplo ilustra la precisión de estas acciones: una víctima recibió una llamada donde la persona del otro lado no habló, escuchando en silencio. A partir de los sonidos ambientales, como niños jugando o un perro ladrando, el delincuente reconstruyó el entorno familiar de la víctima. Si a esto se suma la información pública de redes sociales como Facebook, con fotos familiares y nombres reales, la construcción de un perfil completo y convincente se facilita enormemente. "Una foto familiar en WhatsApp es oro molido para un extorsionador", afirma Quique Tecno.
Pero la obtención de información no se limita a las redes. La complicidad externa juega un papel fundamental. Familiares o asociados de los extorsionadores, muchos de ellos recluidos en prisión, actúan como recolectores de información. Visitan negocios locales, entablan conversaciones casuales y, con engaños, obtienen datos personales que luego son utilizados para las extorsiones.
Las estrategias de los delincuentes son diversas. Se presentan como miembros de cárteles o agentes de policía, inventando historias elaboradas para generar miedo y obtener dinero. Utilizan información geográfica precisa, extraída de Google Maps, para convencer a sus víctimas de que conocen su entorno, sus negocios y sus rutinas. "Dicen tener hombres a unas cuantas cuadras, vigilando el negocio, con detalles que solo alguien con acceso a Google Maps podría conocer", detalla Quique Tecno.
La solución, según el experto, es simple pero crucial: colgar la llamada. No alimentar a los extorsionadores con información, ni con miedo. Ignorar sus amenazas, y denunciar la situación a las autoridades. La indiferencia ciudadana, el no compartir información sobre este tipo de delitos, solo facilita la tarea de los criminales, alimentando una espiral de impunidad que debe romperse.
La investigación revela una realidad alarmante, una batalla silenciosa contra una amenaza que se extiende utilizando la información que nosotros mismos compartimos. La falta de concienciación y el desconocimiento de las estrategias de estos delincuentes contribuyen a que el problema crezca, afectando a miles de personas en México y otros países.