Abuso de poder en la Sociedad Max Planck: Un escándalo científico

El caso de Gabriel Lando, un físico teórico informático brasileño, ejemplifica esta problemática. Su sueño de realizar una investigación innovadora en el Instituto Max Planck de Física de Sistemas Complejos en Dresde se convirtió en una pesadilla. Llegó en 2020 como investigador postdoctoral, bajo la supervisión del reconocido científico Jan Michael Rost.
"Era terrible, absolutamente terrible," recuerda Gabriel, describiendo los encuentros con su director. "Golpeaba la mesa y me gritaba hasta el punto de que podía verle escupir. Estaba muy enojado." Este comportamiento, según testimonios de otros 20 investigadores del instituto, no era excepcional. La mayoría de ellos, provenientes de diversos países —Asia, América, Oriente Medio y Europa— describieron un patrón sistemático de abuso de poder por parte del director.
Muchos de estos investigadores, atraídos por la promesa de una investigación de vanguardia, abandonaron el mundo académico tras sus experiencias. Gabriel, uno de los pocos que perseveraron, señala la naturaleza impredecible del comportamiento del director: "Y ese es el problema, porque en la siguiente reunión, cuando hablé, tiró por tierra por completo todas mis ideas." La vulnerabilidad de los investigadores extranjeros, especialmente los jóvenes, fue un factor determinante en estas situaciones, con el director abusando de su poder para influir en la renovación de sus contratos.
La Sociedad Max Planck, ante las acusaciones contra el Sr. Rost, respondió que "el señor Rost no puede confirmar haber hecho esas declaraciones," negándose a pronunciarse sobre las acusaciones anónimas. Pero el problema no se limita a un solo instituto. Más de 30 personas entrevistadas en diferentes institutos Max Planck en Alemania describieron comportamientos abusivos y entornos tóxicos.
La investigación llevada a cabo por DW y Der Spiegel revela un posible fallo sistémico en la rendición de cuentas. A pesar de una política oficial de "tolerancia cero" al acoso, definido como "acciones negativas repetidas y persistentes que crean un ambiente de trabajo hostil," muchos directores acusados parecen salir impunes. Este problema, según expertos, se remonta al modelo de funcionamiento de la sociedad, establecido hace más de un siglo, que otorga un poder significativo a los directores individuales.
Félix, un antiguo investigador postdoctoral (cuya identidad se mantiene en anonimato por temor a represalias), sufrió acoso y recibió un ultimátum de su jefe de grupo. A pesar de documentar exhaustivamente su experiencia en un informe de 40 páginas con pruebas irrefutables, su denuncia fue desestimada, con los abogados argumentando que quizás solo se trataba de una "situación desafortunada". Curiosamente, la lista de ejemplos de acoso del sitio web de la Sociedad Max Planck fue eliminada después de que Félix la presentara en su defensa.
Una encuesta de 2019 reveló que casi uno de cada cinco empleados de los institutos Max Planck había sufrido acoso. A pesar de las medidas implementadas por la Sociedad Max Planck, la mayoría de los investigadores entrevistados temen denunciar la mala conducta por miedo a las consecuencias, confirmando un patrón de intimidación y silencio que perjudica el entorno de investigación y la reputación de la ciencia alemana.
El testimonio de Gabriel, ahora trabajando en Corea del Sur, concluye con una reflexión amarga: "Él no luchaba contra la ciencia. Luchaba contra la persona. Me estaba humillando."