"Tuvimos que ganárnoslo. Nos costó mucho volver a casa", admitiría después el mánager A.J. Hinch, revelando la presión tras lo que algunos analistas llamaron el peor colapso en la historia de la División Central.
Contra todo pronóstico, el equipo resucitó. Primero eliminaron a los Guardianes de Cleveland en una dramática Serie de Comodines, donde una entrada de cuatro carreras les dio el pase. Luego viajaron a Seattle, dividiendo los primeros dos juegos de la Serie Divisional: victoria 3-2 en 11 entradas el sábado, derrota ajustada el domingo con Tarik Skubal en el montículo.
Mientras los Marineros se adaptaban al frío de Michigan con ejercicios poco convencionales —"Fue una oportunidad para hacer fluir energía", explicó su mánager Dan Wilson—, los Tigres aprovecharon su primera noche en casa desde septiembre. "Ha sido una experiencia de unión. Mucho tiempo en carretera, pero esto nos une", reflexionó el pitcher Jack Flaherty, asignado para el tercer juego.
La incógnita en el bando visitante es Josh Naylor. El primera base, clave en la ofensiva, enfrenta un asunto personal no revelado. Wilson evitó confirmar si viajó con el equipo, limitándose a decir: "Sabremos más mañana". Los rumores sugieren que Seattle ya tiene un plan de contingencia.
Detroit, en cambio, tiene un problema tangible: su ofensiva helada. Estadísticas reveladoras:
- Promedio de bateo colectivo: .186 en postemporada
- 59 ponches, el peor registro actual
- Solo 10 carreras en 46 entradas fuera del explosivo sexto inning contra Cleveland
