Nombres como Caitlin Clark, la base de Indiana que ha revolucionado el baloncesto universitario, y Angel Reese, con sus impactantes actuaciones, han acaparado titulares. Sus enfrentamientos generaron un debate en redes sociales que trascendió lo deportivo, tocando temas de raza y cultura. El impacto de Clark es innegable; las ventas de entradas para los partidos del Indiana Fever aumentaron un 182% en 2024, superando incluso el récord de asistencia de 13.398 espectadores establecido por el Liberty en 1998, con una media de 16,084 entradas vendidas por encuentro.
Pero la ola no se limita al baloncesto. Simone Biles, en los Juegos Olímpicos de París, no solo sumó medallas a su brillante palmarés, sino que se convirtió en un símbolo de resiliencia y reivindicación, con un mensaje poderoso sobre la salud mental que resonó con millones. Su video de TikTok con las medallas de oro del equipo de Estados Unidos en la competencia por equipos superó las 139 millones de visualizaciones.
En el tenis, Coco Gauff, a sus 20 años, se coronó como la deportista mejor pagada del mundo, con 30.4 millones de dólares en ganancias, según Sportico. Su triunfo en las Finales de la WTA, con un premio de 4.8 millones de dólares —el mayor pago jamás registrado en un evento de tenis femenino— es solo un reflejo más de este cambio de paradigma.
La WNBA, por su parte, experimentó un crecimiento exponencial. Firmaron un histórico acuerdo de derechos de medios por 11 años con Disney, Amazon Prime y NBC por un valor de aproximadamente 200 millones de dólares, un aumento considerable respecto a los 60 millones actuales. Su temporada regular tuvo la mejor audiencia en 24 años y la mejor asistencia en 22 campañas. El partido decisivo de las finales atrajo a un promedio de 2.2 millones de espectadores, con un pico de 3.3 millones, el más visto en 25 años.
“Hemos estado creciendo en popularidad, patrocinios, derechos de medios, todas esas cosas,” dijo Amira Rose Davis, historiadora deportiva y profesora asistente en la Universidad de Texas en Austin. “Este período es de aceleración rápida, en el que todo ese crecimiento parece pasar a la máxima velocidad”.
Este auge no se limita a la WNBA. La Liga Profesional de Hockey Femenino (PWHL), en su temporada inaugural, atrajo a 392.259 aficionados y registró un récord de asistencia de 21.105 espectadores. Incluso se vislumbra la creación de una Liga Profesional de Béisbol Femenino para 2026, aprovechando el impulso generado por el éxito de otras ligas.
Los Juegos Olímpicos de París marcaron otro hito: la paridad de género completa entre los más de 11.000 atletas participantes. El crecimiento es evidente, con un impacto económico considerable, estimado por Deloitte en más de 1.000 millones de dólares en ingresos globales para 2024, un aumento de aproximadamente el 300% desde 2021.
La participación de las jugadoras en los ingresos, la visibilidad de las estrellas y una creciente competencia pintan un futuro prometedor. El deporte femenino ha roto barreras y sigue en ascenso.