Este año, algo cambió en el desierto.
Los Arizona State Sun Devils, un equipo que hace un año registraba un decepcionante 3-9 bajo la dirección del entrenador Kenny Dillingham, ahora se encuentran en la antesala del Peach Bowl, enfrentando a los poderosos Texas Longhorns (12-2). Una hazaña que pocos, si acaso alguno, preveía.
“Hemos sido los desvalidos todo el año,” comentó el liniero ofensivo Leif Fautanu, resumiendo el sentimiento general del equipo. Desde el inicio de la temporada, fueron relegados al último lugar en las predicciones de la Big 12 Conference, tras su polémica transición desde la Pac-12. Sin embargo, la narrativa dio un giro radical. Ni siquiera entraron al Top 25 de la CFP hasta mediados de noviembre.
El cambio de mentalidad fue crucial.
- Las prácticas de verano fueron lideradas por los propios jugadores, instaurando un sistema de autoexigencia y corrección entre compañeros.
- El entrenador Dillingham, de solo 32 años, impulsó la responsabilidad colectiva, en particular llamando la atención de Cam Skattebo, el corredor estrella.
Sun Devils y Longhorns se ven las caras en el Peach Bowl el miércoles en los cuartos de final de los playoffs de la NCAA. La patada de salida a las 11:00 horas tiempo de Sonora y Arizona
La influencia del legado de Frank Kush, mítico entrenador de los Sun Devils, también se percibe en el equipo actual. Dillingham, aunque consciente de las controversias alrededor de Kush, rescata la fortaleza mental que supo inculcar en sus jugadores. “Espero que en 10, 15, 20 años, nuestros jugadores sientan lo mismo hacia nosotros y nuestro staff, que los impactamos más allá del juego”, mencionó el actual entrenador.
La victoria en el campeonato Big 12 fue solo un paso más en su sorprendente ascenso. Ahora, con la mira puesta en el título nacional, el equipo se prepara para un encuentro que promete ser histórico. Xavier Guillory, receptor de los Sun Devils, lo resume con simpleza y convicción: “No hemos llegado hasta aquí solo para llegar hasta aquí.”