Álamos
La agrupación realizó su concierto en el Callejón del Templo.
El humor conecta con la audiencia. Así lo advirtió el maestro de ceremonias al presentar a la agrupación musical Quartetto Gelato.
Nomás iniciar el concierto, pasadas las nueve de la noche, el sonido de acordeón, chelo, violín y clarinete, se hicieron presentes.
En el Callejón del Templo, en el marco del Festival Alfonso Ortiz Tirado, sonó el ensamble. Los espectadores paulatinamente se enteraron de la calidad interpretativa y de la disposición de los músicos de ir por la vida dispuestos a la alegría.
Una vez más quedó de manifiesto que la música es el lenguaje universal, y nada importa si los músicos y espectadores se comunican con un idioma diferente, la música acerca de manera certera y esta noche no fue la excepción: artistas y espectadores entablaron la complicidad precisa.
Los músicos arriba del escenario, en el ala izquierda del Templo de la Purísima Concepción, arropados de la iluminación que crea una atmósfera de emociones hacia la mirada, los espectadores abajo, dispuestos en el callejón que es la localidad perfecta.
Y vino la catarsis, por ese violín que suena y es la similitud, como diría una dama espectadora, de una escena donde los ángeles bajan hacia la tierra, con sus alas en movimiento al compás de las notas.
También la alegría al escuchar al vocalista del Quartetto intentar decir en idioma español la melodía siguiente. Alegría que provoca el contenido de las frases, lúdicas, por ejemplo: “El clima es mejor aquí que en Canadá”. Y la risa de quien lo dice, el contagio hacia quienes escuchan.
Noche de ejecución musical con maestría. Los dedos de Alexander Sevastian interpretando un solo de acordeón, es la maravilla que se extiende hacia el pecho y dibuja una sonrisa de placer en los presentes.
Luego viene la espontaneidad, el brinco del clarinetista que en su sagacidad física supera la humanidad del violinista mientras éste interpreta un solo casi de rodillas. El público aplaude, la música continúa.
No la ausencia de las rolas que todos registramos en la memoria, para cantarlas junto al Quartetto: Bésame mucho / como si fuera esta noche la última vez / bésame mucho…
En el callejón un manifiesto de amor, las parejas en sus asientos miran con ojos joviales el interior de sus cuerpos, allí donde existe el alma, quizá por darse cuenta de cómo las canciones generan un encuentro con la historia que somos, un encuentro con nosotros mismos.
Porque la gratitud es lo mínimo que uno puede ofrecer a quien comparte la grandeza del arte, el público agradece con aplausos y pide, implora, una más.
Al escenario regresan los músicos: Peter de Sotto (voz y violín), Alexander Sevastian (acordeón), Elizabeth McLellan (chelo) y Colin Maier (clarinete). Regresan para despedirse con O sole mío.
Al descender del escenario los integrantes de Quartetto convivirán con los espectadores, las cámaras registrarán ese momento de convivio, los músicos felices posarán para el recuerdo de una noche lúdica y magistral.