Un icónico rostro del pasado, reconocido por generaciones, regresó a la tierra que la vio nacer. Este reencuentro, cargado de emociones, dejó una huella imborrable en los corazones de aquellos que presenciaron la escena.
El ambiente se llenó de nostalgia al ver a Celia Cruz, la Reina de la Salsa, pisar suelo cubano por primera vez en décadas. Su llegada fue un torbellino de alegría y melancolía, recordando un pasado que se había desvanecido en la distancia. Los trabajadores que cruzaban diariamente la frontera desde Cuba para laborar en la base se emocionaron al verla. La recordaban de sus actuaciones televisivas en los años cincuenta, un recuerdo vívido en sus memorias.
Celia, por su parte, también experimentó una mezcla de sentimientos al ver a la gente, principalmente hombres mayores que trabajaban en la base. Ella, con su característico entusiasmo, les dedicó un gesto de cariño que quedará grabado en la historia. “Voló hasta allí en un avión militar procedente de Miami y, al aterrizar, después de bajar las escaleras, lo primero que hizo fue besar el suelo, y pronunció una frase que ha quedado en la memoria de los cubanos. Dijo: ‘He besado esta tierra en nombre de todos los cubanos que están en el exilio’”, recuerda un testigo de la escena.
La tierra, árida y salpicada de pequeñas piedras, se convirtió en un símbolo de la nostalgia y el anhelo por un hogar perdido. Celia, como un gesto de afecto, repartió una piedra a cada uno de sus amigos cercanos. "La mía la guardo con orgullo y honor, primero porque fue un regalo de ella; y segundo, porque es parte de la tierra a la que ninguno de nosotros hemos podido regresar", comparte un amigo cercano de Celia.
Este encuentro, lleno de significado, nos recuerda la profunda conexión que existe entre un artista y su público, un lazo que trasciende fronteras y barreras del tiempo. El regreso de Celia Cruz a la tierra que la vio nacer, aunque efímero, dejó una marca imborrable en la memoria colectiva.