Lo primero que llama la atención es la duración de las canciones. No hay nada menos que cuatro minutos, y la última canción, "It’s All Gone," supera los 10 minutos. En una época donde la música está diseñada para microbursts en TikTok, The Cure se mantiene fiel a su esencia, dejando que las canciones fluyan a su propio ritmo. La belleza de las melodías y los instrumentos se convierten en el motor principal de la experiencia auditiva.
"Songs of a Lost World" está llena de momentos conmovedores. En "I Can Never Say Goodbye," una simple melodía de piano se combina con la guitarra mientras Smith reflexiona sobre la muerte de su hermano. En "And Nothing Is Forever," la banda se adentra en un territorio cinematográfico con un sonido orquestal que recuerda a Aaron Copland.
La música de The Cure siempre ha tenido un toque melancólico, pero "Songs of a Lost World" lo lleva a otro nivel. Las letras exploran la fragilidad de la vida y la inevitabilidad del paso del tiempo. La frase "This is the end/Of every song we sing/Alone" en la primera canción, "Alone," se repite en la última como un eco inquietante.
Este álbum es una obra maestra que nos recuerda la habilidad de The Cure para crear música que nos conmueve profundamente. Es un paso adelante en su trayectoria musical, un disco que se ubica entre los mejores de su carrera.