La energía y la creatividad que irradiaba una figura clave se han apagado, dejando tras de sí un legado inigualable.
Su nombre, Claire van Kampen, resonaba en los círculos teatrales por su talento excepcional como compositora. No se trataba solo de una artista brillante; se trataba de una fuerza de la naturaleza, una mujer que supo transformar la tragedia en triunfo. Su historia, sin embargo, comienza mucho antes de su ascenso a la fama.
Desde su prodigiosa infancia como pianista, Claire forjó un camino único en el mundo del teatro. Su música, descrita por muchos como "definitoria", marcó la pauta en producciones del RSC, el National Theatre, y el Shakespeare's Globe, donde su trabajo con las canciones de obras como "Noche de Reyes" y "Mucho ruido y pocas nueces" se convirtió en un referente.
Pero la trayectoria de Claire no se limitó a la composición. Su visión artística abarcó la dirección teatral, con éxitos tanto en el Globe como en el West End. Incursionó en óperas, ballets y cine, demostrando una versatilidad pocas veces vista. Incluso escribió una obra de teatro, "Farinelli and the King", que llegó a Broadway, obteniendo una nominación al Tony Award. Una hazaña impresionante para una escritora debutante.
Su fortaleza interior se puso a prueba tras la pérdida de su hija, Nataasha. En lugar de sucumbir al dolor, Claire encontró en la creación artística un escape y una forma de honrar la memoria de su hija. Su "feroz y orgullosa resolución", como ella misma la describía, la impulsó a seguir adelante.
Su colaboración con el Shakespeare's Globe fue fundamental para el éxito del teatro. Mientras algunos dudaban de su viabilidad, Claire, junto a su esposo Mark, contribuyó significativamente a su consolidación. Su música, su entendimiento teatral, y sobre todo, su espíritu contagioso, fueron elementos clave de este triunfo. Una energía que se reflejaba en su radiante sonrisa y su risa franca, una "especie de alegría preternatural".
La vida de Claire estuvo llena de experiencias inolvidables, desde fiestas nocturnas en Moscú hasta encuentros en palacios de potentados. Junto a Mark, compartían un entusiasmo por la vida, un "deseo derviche por el gozo que el mundo pudiera ofrecer". Su inteligencia, no solo académica, sino una capacidad para leer el mundo, el arte y las personas con brillantez, la definía. Era, como muchos la recuerdan, "brillante".
Su círculo íntimo: su primer esposo Chris, su hija Nataasha (siempre presente en su memoria), su hija Juliet, y Mark, su compañero de vida, fueron el motor de su inagotable energía. Fueron ellos, y la gran cantidad de personas que la rodearon y amaron, los que la inspiraron a vivir cada momento como "un destello de luz para los demás".