Nogales
Al otro lado del río Bravo, justo enfrente de Brownsville, Texas, hay un refugio para inmigrantes recién deportados de Estados Unidos y otros transeúntes que aguardan cruzar la frontera.
Una amplia hilera de camas ofrece a los migrantes un lugar para pernoctar en su larga travesía. Pero el edificio no es lugar seguro en esta zona controlada por el cartel del Golfo. Una noche, hombres armados irrumpieron en el lugar y se llevaron a 15 hombres, a los que probablemente obligaron a trabajar para la organización delictiva como guardias o mulas, para que transporten paquetes de marihuana a Estados Unidos.
En estos momentos en que el Congreso de Estados Unidos está debatiendo una reforma a la ley de inmigración, los congresistas tendrán que enfrentar la realidad de lugares como este, en que según testigos, el sistema actual para reprimir la inmigración ilegal engendra un masivo tráfico humano que le suministra al cartel una nutrida fuente de ingresos y mano de obra.
“Este círculo vicioso le beneficia al crimen organizado porque un migrante está dispuesto a pagar”, declaró el reverendo Francisco Gallardo, quien coordina ayuda a los inmigrantes en la diócesis de Matamoros.
Si el Congreso suministra más recursos a la frontera, el gobierno además tendrá que prestar atención a las variantes fluctuaciones de los arrestos de inmigrantes.
El cartel controla quién cruza la frontera y se beneficia de cada migrante al imponerle un pago a todos los traficantes conocidos como “coyotes”. En el refugio, la amenaza de los carteles es tan grave que el personal le pide a los migrantes que salgan a la calle durante el día porque de esa manera es más difícil reunirlos y llevárselos.
Estados Unidos ha deportado un número sin precedente de inmigrantes en años recientes y decenas de miles de ellos en lo que va de año han quedado en Tamaulipas, el estado fronterizo con Texas.