‘Me pagaban por cruzar narcóticos’ adheridos al cuerpo

Nogales.
A sus 18 años recibía 900 dólares por cada medio kilo de “crystal” que cruzaba a Estados Unidos, y 450, por cocaína.
Hoy con 24 años de edad, Clara relata cómo durante tres meses cruzó droga adherida a su cuerpo; actividad que compartía con otras jóvenes, y cuyo cargamento entregaba en un restaurante de hamburguesas y otro de pizzas en Nogales, Arizona, o bien en algún mall de Tucson.
Narra que un conocido fue quien la ‘enganchó’ en el negocio, al igual que a las otras jovencitas, mismas que también traficaban pastillas en sus cavidades corporales.
‘Yo prefería llevar ‘crystal’ adherido al cuerpo, me llevaba medio kilo en cada pecho.
‘La cocaína me la adherían a los muslos o en los glúteos; un cuadro de a kilo en cada glúteo, después me entripaban las piernas para formar bien la pierna y que no se notara deformidad que me pudiera delatar’, comenta.
Agrega que los traficantes le proporcionaban la ropa a vestir, en este caso faldas con olanes, jamás pantalones, pues sería notorio el cargamento adherido al cuerpo.
“En ocasiones hacía frío y cruzábamos con falda y un suéter abierto para no levantar sospechas”, recuerda.
Clara comenta que llegó a recibir casi 2 mil dólares por las drogas que cruzaba, poniendo en riesgo su libertad, sin embargo el dinero lo gastaba en sobornar a los maestros de la escuela para que la aprobaran en los exámenes puesto que no asistía a clases.
“Pagaba al igual que otras compañeras 3 mil pesos por examen y el maestro no nos reprobaba y no nos reportaban con los padres”.
También gastaba en fiestas, comidas, no podía hacerse notar con cosas nuevas ni con dinero en su casa para que no sospecharan a cerca de lo que estaba haciendo.
No todo es
color de rosa
Luego de trabajar varios meses cruzando droga, señala, se retiró del negocio y le perdió la pista a las personas con que trabajaba; sin embargo, un día, una conocida le pidió de favor cruzar un paquete a Nogales, Arizona.
“Nunca sospeché, simplemente le dije que sí y que no importaba si no me pagaba, agarré el paquete y me fui a hacer línea”, comenta.
Y mientras esperaba su turno, Clara tuvo dudas, en esta ocasión no le habían dado indicaciones ni dirección para entregar la droga.
“Y no me podía regresar y menos cuando me percaté de que una agente americana no dejaba de verme; en ese momento supe que iba a ir a dar a prisión porque ya me estaban esperando”.
La agente, narra, al tocar su turno, llevó a Clara a los cuartos de revisión, en donde le dijeron que ya tenían conocimiento del paquete que llevaba consigo.
‘Cuando me preguntaban quién me había mandado, yo simplemente les dije: la persona que me puso el dedo y usted sabe su nombre, fue la que me envió, no sé más ni siquiera ni a quién, ni dónde dejaría el paquete’.
Clara señala estuvo detenida un día en el que al menos tuvo que declarar en siete ocasiones, y en las que sostuvo su versión.
Según comenta, las autoridades estadounidenses no la encarcelaron, la deportaron a México.
“Ese día tomaron mis huellas, al pensarlo no volvería hacerlo, tuve mucho valor en su momento, ahorita sentiría miedo y no sería capaz de volver a cruzar”.