Oaxaca, ese estado mágico del sur de México, sirvió como escenario para una serie de encuentros que involucran a dos figuras destacadas del mundo del espectáculo: Sebastián Zurita y Stephanie Cayo. Ambos, disfrutando de las bellezas de Puerto Escondido junto a otros miembros de sus familias, entre ellos Humberto Zurita y Stephanie Salas, parecen haber compartido más que solo el cálido clima oaxaqueño.
Las imágenes, compartidas por la propia Stephanie Cayo en su cuenta de Instagram, muestran una evidente complicidad entre la actriz peruana y el actor mexicano. Una fotografía en particular, donde Sebastián descansa en el regazo de Stephanie mientras ella le acaricia el rostro, ha generado innumerables comentarios e interpretaciones.
El texto que acompaña a las fotos no deja lugar a dudas sobre la atmósfera que se respiraba. Un poema de Mario Benedetti, “Mi táctica es mirarte, quererte como sos... Mi estrategia es, en cambio, más profunda y más simple. Mi estrategia es que un día cualquiera... por fin me necesites,” junto a la frase “Bonito. Todo. Bonito,” añade una capa de misterio y romanticismo a la situación.
Pero ¿quién es Stephanie Cayo, la mujer que ha cautivado la atención del público mexicano junto a Sebastián Zurita? Nacida en Lima, Perú, Stephanie Cristina Cayo Sanguinetti proviene de una familia con una larga tradición artística. Sus hermanos, Fiorella, Bárbara y Mario ‘Macs’ Cayo, también son figuras reconocidas en el ámbito del entretenimiento.
Con una trayectoria de más de 13 años, Stephanie comenzó su carrera a los 10 años en la telenovela “Travesuras del corazón” (1998). Su talento la llevó a conquistar el público peruano y, posteriormente, a Latinoamérica. Su participación en la serie mexicana “Club de cuervos” la catapultó a la fama en México. Actualmente reside en Los Ángeles, California, manteniendo su influencia en el mundo del espectáculo y la vida social.
Mientras las especulaciones continúan, y las redes sociales se inundan de comentarios, la historia de Stephanie Cayo y Sebastián Zurita en Oaxaca permanece como un enigma, un capítulo por escribirse en la crónica social del espectáculo.