Washington, DC
El presidente ha recuperado el brío con un gran objetivo en mente para el año que empieza.
Tras su retorno vacacional de fin de año en Hawai, el presidente Barack Obama ha recuperado el brío y la ilusión con un gran objetivo en mente para el 2014: escapar de la sombra de un annus horribilis en el 2013 y relanzar su agenda del cambio en este año que inicia.
“El 2014 será un año de mucha acción”, pronosticó el presidente de Estados Unidos en la que fue su última conferencia de prensa del 2013. Tras largas sesiones de golf en Hawai, Obama retornó a su actividad normal con la esperanza de conjurar los demonios de un obstruccionismo republicano que ha ralentizado su agenda del cambio para sacar adelante temas tan sensibles como una reforma migratoria justa y amplia.
“La reforma migratoria será la prioridad del presidente en 2014”, aseguró un funcionario de la Casa Blanca nada más retornar a la actividad normal. Pero, además, el mandatario debería hacer frente a problemas que estallaron en 2013, como la práctica del espionaje masivo, que le granjearon el encono de los ciudadanos, las protestas de países amigos y que podría llegar ante la Suprema Corte ante las diferencias de opinión de dos magistrados de cortes federales que han avalado o cuestionado su carácter constitucional.
La próxima semana el presidente dará a conocer las nuevas reglas que deberá seguir a rajatabla la Agencia Nacional de Seguridad NSA para mantener con vida sus programas de espionaje a cambio de una mayor transparencia y rendición de cuentas. Los objetivos del presidente para este año figurarán en el mensaje sobre el Estado de la Unión que pronunciará el día 28 . En contra de los planes de Obama está la leyenda de la maldición en el segundo mandato, fenómeno relacionado con el inevitable desgaste en el poder y la aparición de escándalos de diversa índole.
Ahí esta el caso de Richard Nixon y el escándalo del Watergate que le obligó a renunciar a la presidencia. O los escarceos amorosos de Bill Clinton con la becaria Mónica Lewinsky, que le colocaron en la antesala de una vergonzosa retirada.
A George W. Bush lo afectó la parálisis del gobierno durante el huracán Katrina en Nueva Orleáns y el saldo de las guerras en Irak y Afganistán lo desangraron hasta el final de su segundo mandato.
En el caso de Obama, el inicio de su segundo mandato se vio lastrado por los escándalos de espionaje y el daño autoinflingido tras el tropiezo inexplicable de sus planes para ampliar la cobertura del seguro médico a más de 40 millones de personas.
Sólo estos dos factores consiguieron hundir su imagen por debajo de 40% de aceptación. “En los últimos años, hemos pasado por al menos 15 situaciones cercanas a la muerte”, reconoció Obama en su última rueda de prensa del 2013, en alusión a la pésima racha de problemas y dificultades que han lastrado el arranque de su segundo mandato.